Disque a última obra de Manuel Rivas, Tras do ceo, é unha novela negra. Unha vez lida e desfrutada, paréceme que, máis alá das etiquetas, o que estamos é ante un ecosistema, complexo e diverso, que se vai despregando a través da narración caótica e un tanto salvaxe -como de círculos concéntricos sobre a auga- dun dos personaxes, Dombodán. Pero, a pesar do que poida parecer nalgúns momentos -sobre todo ás impacientes-, esa aparente dispersión na narración, acaba por reconducirse ata precipitarnos nun final de auténtico vertixe. O que converte a esta novela nun exercicio literario soberbio, onde a palabra respira libremente.
Blog sobre libros donde voy dejando mis lecturas de poesía, novela y cualquier texto literario que me haya interesado, para extender la conversación que mantenemos con los libros durante la lectura.
Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.
Juan Ramón Jiménez
martes, 5 de noviembre de 2024
TRAS DO CEO. Manuel Rivas
jueves, 27 de junio de 2024
LUMES de Ismael Ramos
A cita de Annie
Ernaux que antecede os poemas é reveladora do xogo que nos propón Ismael Ramos
no seu poemario en prosa LUMES, publicado no 2017 por Apiario. Ese
"escribir como se non fose a estar cando publicasen o escrito"
formalízase nos primeiros textos que se deslizan baixo o suxestivo título de NACERACHE
UNHA AVELAÍÑA NA CABEZA.
Son estes poemas totalmente
diferentes ao que virá despois e acontecen nunha segunda persoa que axuda a
situar a voz poética nese momento desexado por Ernaux, quen, ademais, nos advirte da ilusión que
supón " crer que a chegada da verdade depende da morte". A palabra, e
máis a palabra poética, abre fendas nesa verdade e adminístraa. O que acontece
aí xa non é a verdade. O poeta é consciente e danos pistas.
Como xa comentei,
logo destes primeiros poemas hai unha ruptura. Agora a voz poética, xa en
primeira persoa, desenvólvese a través dos outros, aos que nos convida a
observar. Porque coido que, neste caso, o poeta é, ante todo, un gran
observador, tal e como nos indica no poema A ESCURIDADE, "quero contemplar
a dor de todos eles ao mesmo tempo". Cando previamente nos di "sento
á mesa dos nenos" parece gardarnos un sitio nese lugar privilexiado no que
observar é, aínda, inocente.
Porque a través
destes poemas en prosa, habitados polos distintos membros dunha familia,
desprégase o cotiá, os ritos e as costumes que vertebran o vínculo. Máis alá
dos parentescos están os xestos, as mans que dan de comer. A ferida que se
desencadea dun corpo a outro.
Hai mortes e hai
casorios. O balbordo continuo da vida. Hai auga, vellez, pobo. Referencias
mitolóxicas e bíblicas que nos axudan a recoñecer. Sentimos ao ler que todas as
familias se parecen na súa singularidade.
Neste acontecer
narrativo-descriptivo, por momentos imponse o poético de maneira fermosísima.
Aí é cando o poeta nos ofrece o regalo, a palabra que nomea, como por vez
primeira, o lume aceso en cada individuo. O misterio. O amor aos seus exposto.
A tenrura.
jueves, 20 de junio de 2024
POEMA SOBRE UNHA ÁRBORE ILUSTRADA
Marthazul. Óleo sobre papel, 2017
a árbore
rabuñadura na paisaxe
tacto desfiladeiro da ferida
asunción da ruína previa ao corpo
poderíamos contemplala ao
esvaecer
como un hematoma nos xeonllos
os azuis que amarelan para
integrarse na carne
mais eliximos destruír antes
que abrazar
a fraxilidade serena das
cousas
O outro día durante Vilagarcía cidade de libro, Marta Azul e Augusto Metzli agasallaban a quen pasaba polo seu espazo con esta ilustración dunha árbore que medrou na praia da Concha, solitaria, como un trazo único e valioso para quen pousara os seus ollos nela. Recoñecina. Eu tamén fotografei esa árbore (alá por 2019) para, dalgún modo, preservala e compartila. Por unha desas decisións non explicadas de quen ordena estas cousas, a árbore xa non existe e algunhas podemos recoñecer o seu baleiro. Persiste, iso si, na ilustración agarimosa, no recordo agradecido, ou nesta reflexión poética sobre a súa breve existencia e a acción arbitraria do humano.
martes, 9 de enero de 2024
Lectura: La habitación de Nona de Cristina Fernández Cubas
Tengo que empezar diciendo que disfruté mucho la lectura de la Habitación de Nona de Cristina Fernández Cubas con la que la ganadora del Premio Nacional de las Letras del 2023 ganó el Premio Nacional de Narrativa en 2016. A través de estos relatos (de muy distinta extensión), Cristina Fernández Cubas realiza una demostración hábil y efectiva del arte de contar historias en un sentido clásico, puesto que a través de estos relatos se articula una genealogía del género a la par que la autora va a desplegando un universo propio.
Es necesario destacar la facilidad con la que Cristina Fernández Cubas atrapa al lector en lo que está contando sin artificios y con la sencillez de quien va tejiendo una tela de araña de la que no quieres escapar hasta acabar la historia. La fascinación y el misterio se vehiculan a través de lo cotidiano, lo familiar hacia lo que la autora dirige nuestra mirada con destreza. Las cosas no son lo que parecen, pero descubrir lo que la realidad oculta depende, en gran medida, de la propia percepción.
Creo que es esta cotidianidad tras la que bien nos puede estar aguardando el asombro la que contribuye a generar el clima que otorga unidad a estos relatos, pero, sobre todo, en esa invitación de la autora a festejar la capacidad de fabulación del ser humano. Porque lo que sucede en los relatos no tiene que ver tanto con la aventura, sino con la inclinación de los personajes a transcender los límites de lo cotidiano y proyectarse hacia otras realidades.
Sin duda conviene destacar el relato que da título a esta serie, La habitación de Nona, en el que se concentran de manera impecable todas las claves del género, incluyendo el elemento sorpresivo que nos descoloca y que a la par nos coloca en el lugar del propio narrador. Resulta que el relato es efectivo en cuanto que dota de dimensión aquello que tenemos ante los ojos, pero que, en la sucesión de los días, hemos desaprendido a ver. En ocasiones se trata de una misma.
jueves, 4 de enero de 2024
Lectura: Mañana y tarde de Jon Fosse
Decidí leer a Jon Fosse no por haber ganado el Nobel, sino
por la multitud de menciones que, a raíz del Nobel, referían lo singular y
poético de su escritura. Movida por la curiosidad y, aprovechando la
publicación por Nórdica de alguna de sus novelas, me incliné por Mañana y tarde,
cuyo título me recordó a la segunda novela de la genial Virginia Woolf, Noche y
día, y, casualmente (o no…) creo que el estilo narrativo de esta Mañana y tarde
le resultaría interesante a la propia Virginia y, en cierto modo, parece
emparentado con alguna a de sus novelas como Al faro o Las olas.
Mañana y tarde nos habla de un nacimiento y una muerte,
limitándose a contar estos dos momentos que, a vuelta de página, parecen no
otra cosa que el haz y el envés de una hoja. Lo hace con la voz de un narrador omnisciente
cuyo ritmo narrativo asume, por momentos, las características de un monólogo
interior, de tal modo que el narrador parece anularse y el lector tiene la
impresión de que las sensaciones que emanan de la novela lo hacen a través de
los personajes, principalmente de Johannes. Creo que esto funciona, fundamentalmente,
por una cuestión de estilo. La sucesión de oraciones y párrafos que se rompen
de manera abrupta, sin puntos, favorecen esa sensación de fugacidad,
volatilidad y reiteración que caracteriza al pensamiento.
Creo recordar que fue Julio Cortázar el que dijo que “sólo
hay una forma de contar una historia”, me parece que aludiendo a cómo la forma
en la que narramos influye en la historia en sí. En el caso de Mañana y Tarde
resulta todavía más evidente. Y esto, a mí particularmente, es una de las
razones que me estimulan a la hora de leer.
Por ejemplo, considero un acierto que gran parte de ésta se
desarrolle al deambular de Johannes que, de este modo, nos hace partícipes de
su extrañeza en esa “tarde” de una vida cuyas pinceladas se van deslizando a
medida que anda, siente, recuerda. La vida de Johannes no es contada sino que se
evoca a través de la vacilación de su pensamiento a la par que camina y el
lector avanza con él.
Esta historia que, al centrarse en esos dos momentos que son
el nacimiento y la muerte, acota la vida, lo que nos sugiere es que, más allá
del acontecimiento y la aventura, ésta se sostiene en lo cotidiano. Un café, un
cigarrillo, el ritual de dos vecinos que se cortan mutuamente el cabello, la
persistencia de las losas en la entrada de una casa.
Creo que narrar esto es ambicioso, pero, como ocurre a lo
largo de esta novela desde el propio título con respecto a la convivencia de
los contrarios, a la vez la novela se despoja de pretensiones para tratar de
asir la sencillez. Por supuesto, atendiendo a los temas tratados, hay espacio
para lo místico y lo alegórico (ese barco…). También para lo poético.
En definitiva, una novela singular de la que no pensaba que
hallaría muchas cosas que decir, precisamente por la dificultad de definirla y
porque leerla es compartir esa extrañeza de Johannes. A medida que leía pensaba
en esa imagen de la luna que permanece en el cielo cuando ya es de día y es
azul, temblorosa sobre un firmamento transparente y brillante, tan parecida a
un espectro: hermosa e inaprensible.
Decidí leer a Jon Fosse no por haber ganado el Nobel, sino
por la multitud de menciones que, a raíz del Nobel, referían lo singular y
poético de su escritura. Movida por la curiosidad y, aprovechando la
publicación por Nórdica de alguna de sus novelas, me incliné por Mañana y tarde,
cuyo título me recordó a la segunda novela de la genial Virginia Woolf, Noche y
día, y, casualmente (o no…) creo que el estilo narrativo de esta Mañana y tarde
le resultaría interesante a la propia Virginia y, en cierto modo, parece
emparentado con alguna a de sus novelas como Al faro o Las olas.
Mañana y tarde nos habla de un nacimiento y una muerte,
limitándose a contar estos dos momentos que, a vuelta de página, parecen no
otra cosa que el haz y el envés de una hoja. Lo hace con la voz de un narrador omnisciente
cuyo ritmo narrativo asume, por momentos, las características de un monólogo
interior, de tal modo que el narrador parece anularse y el lector tiene la
impresión de que las sensaciones que emanan de la novela lo hacen a través de
los personajes, principalmente de Johannes. Creo que esto funciona, fundamentalmente,
por una cuestión de estilo. La sucesión de oraciones y párrafos que se rompen
de manera abrupta, sin puntos, favorecen esa sensación de fugacidad,
volatilidad y reiteración que caracteriza al pensamiento.
Creo recordar que fue Julio Cortázar el que dijo que “sólo
hay una forma de contar una historia”, me parece que aludiendo a cómo la forma
en la que narramos influye en la historia en sí. En el caso de Mañana y Tarde
resulta todavía más evidente. Y esto, a mí particularmente, es una de las
razones que me estimulan a la hora de leer.
Por ejemplo, considero un acierto que gran parte de ésta se
desarrolle al deambular de Johannes que, de este modo, nos hace partícipes de
su extrañeza en esa “tarde” de una vida cuyas pinceladas se van deslizando a
medida que anda, siente, recuerda. La vida de Johannes no es contada sino que se
evoca a través de la vacilación de su pensamiento a la par que camina y el
lector avanza con él.
Esta historia que, al centrarse en esos dos momentos que son
el nacimiento y la muerte, acota la vida, lo que nos sugiere es que, más allá
del acontecimiento y la aventura, ésta se sostiene en lo cotidiano. Un café, un
cigarrillo, el ritual de dos vecinos que se cortan mutuamente el cabello, la
persistencia de las losas en la entrada de una casa.
Creo que narrar esto es ambicioso, pero, como ocurre a lo
largo de esta novela desde el propio título con respecto a la convivencia de
los contrarios, a la vez la novela se despoja de pretensiones para tratar de
asir la sencillez. Por supuesto, atendiendo a los temas tratados, hay espacio
para lo místico y lo alegórico (ese barco…). También para lo poético.
En definitiva, una novela singular de la que no pensaba que
hallaría muchas cosas que decir, precisamente por la dificultad de definirla y
porque leerla es compartir esa extrañeza de Johannes. A medida que leía pensaba
en esa imagen de la luna que permanece en el cielo cuando ya es de día y es
azul, temblorosa sobre un firmamento transparente y brillante, tan parecida a
un espectro: hermosa e inaprensible.