Blog sobre libros donde voy dejando mis lecturas de poesía, novela y cualquier texto literario que me haya interesado, para extender la conversación que mantenemos con los libros durante la lectura.
Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.
Juan Ramón Jiménez
viernes, 1 de diciembre de 2023
jueves, 14 de septiembre de 2023
Lectura: La mala costumbre de Alana S. Portero
Durante las últimas semanas he
leído tres libros que me entusiasmaron: La mala costumbre de Alana S. Portero,
Martinete del Rey Sombra de Raúl Quinto y A parte fácil de Ismael Ramos. Creo
que estos tres libros tienen en común lo poético como eje por el que transita
lo narrativo. Quizás no sea extraño al tratarse de autores que también escriben
poesía, pero si lo poético es un elemento común es, a la vez, singular, porque
cada voz tiene identidad propia, algo que quizás no siempre se concreta de
manera tan efectiva en textos de carácter estrictamente narrativo.
Hoy dejo aquí mi lectura de La
mala costumbre, de Alana S. Portero, un libro que, me parece, es necesario
leer. Creo que hay que agradecerle a Alana que lo haya escrito y toda la
honestidad que destila su palabra. Pasaron varias semanas desde que lo he
leído, así que esta es ya la síntesis de una lectura reposada.
La voz narrativa es eficaz y
próxima por lo que, enseguida, una se sumerge en la historia que la protagonista
nos cuenta en primera persona. Este libro me dejó la sensación de que todas las
adolescencias se parecen, en tanto que suponen una búsqueda de la identidad que
se sustenta en el reconocimiento de los otros. Si esto es así, toda esa
angustia existencial, la necesidad de referentes y de integración grupal o la
sensación de soledad de la adolescencia, debe profundizarse hasta lo
extremadamente doloroso en el caso de las adolescencias trans. Así nos lo hace
sentir Alana que durante la novela nos hace el regalo de cedernos la piel de la
protagonista (¿su piel?) y sus miedos. Aquí los otros son su familia, sus
vecinas y vecinos, e incluso el propio barrio de San Blas que para mí encarna
otro personaje en la novela. A la protagonista la vemos expresar su identidad a
través de los sueños y expectativas que toda adolescente tiene. También la
vemos dudar, frustrarse y renegar de sí misma. Apremiada por la realidad, la
observamos construir armario tras armario.
Es a través de lo onírico que se
expresa a la perfección en lo poético, que ella se integra en la bondad y la belleza
de la que es parte. Ella crea su imaginario y se reconcilia consigo misma en
las figuras de esas referentes que nos va presentando a medida que transcurre
en la novela y que, en ocasiones, están dotadas de atributos místicos que
favorecen que nosotras también las reconozcamos. Como dije al principio, creo
que hay que leer esta novela dura y bella, también esperanzadora. Si esta
sociedad tiene una deuda con las personas trans, algo de lo que no hay duda,
leer libros como La mala costumbre nos pone en el camino correcto para comenzar
a repararla. Además del placer que supone porque, repito, Alana S. Portero nos
está haciendo un regalo al escribirla y tenderla hacia nosotras….
Por cierto, el final es redondo y
toca otra de las cuestiones fundamentales, más si cabe en los márgenes por los
que esta novela discurre: los cuidados.
martes, 19 de julio de 2022
Lectura: Las malas de Camila Sosa Villada.
“Las
malas”, de Camila Sosa Villada era una lectura pendiente y pospuesta. Ese libro
del que lees artículos, del que te hablan y sabes que leerás, pero que olvidas,
quizás porque, a estas alturas, no crees que existan lecturas impuestas u
obligatorias, sino más bien te dedicas a las lecturas placenteras. Así que una
huye un poco de ese “tienes que leerlo”, no porque no confíe en el criterio de
la recomendación, sino que, en realidad, una también reconoce que existe cierto
placer en lo fortuito, en caer en la lectura a destiempo o en un tiempo propio
e insospechado. Todo esto para decir que este esbozo es, quizás, algo extemporánea,
pero no haber llegado ahora.
He
leído “Las malas” con fruición, entusiasmo, placer hedonista y conmoción. Lo he
leído después de “Ustedes brillan en lo oscuro” -un libro de relatos de Liliana
Colanzi que merece una relectura antes de hablar de él- y he sentido que los
libros se daban el relevo de algún modo, aunque uno sea novela y otro relato, aunque
los temas sean tan distantes. Existe cierta escritura al otro lado del
Atlántico en la que la palabra se desprende de sus limitaciones, se dimensiona
ya no sólo en lo poético, sino en lo extraordinario, en lo onírico. Y puedes
estar leyendo una novela como Las malas, basada en la propia experiencia de la
autora, Camila Sosa, y la comunidad de travestis con la que convivió parte de
su juventud, y no extrañarte cuando lo onírico se entrevera con la realidad, es
más, eso onirismo dota de intensidad esa realidad a la que nos transporta. La
hace, de algún modo, más manifiesta.
Es
a través de esa palabra desposeída de imposición que Camila Sosa nos muestra la
dureza de las vidas llenas de violencias de unas mujeres que se vuelven
invisibles para sobrevivir y cuyas cartas están marcadas con la derrota, su
destino es la enfermedad o una muerte temprana, el oprobio de una sociedad que
sólo les permite crecer a los márgenes, pero, como esas flores que a veces
crecen en las lindes del camino o la carretera, son capaces de abrirse a la
belleza. Esto también nos lo cuenta Camila Sosa a través de una prosa a veces
desgarrada, otras delicada, incluso sutil, pero también festiva y opulenta por
momentos. La narradora logra que empaticemos con la tragedia de cada uno de los
personajes que nos va mostrando, pero, sobre todo- o al menos yo lo sentí así-
nos hace empatizar cuando son felices, cuando se lanzan a la esperanza, cuando
tejen las redes que las sostienen en su fragilidad y precariedad. Porque es a
través de esa fragilidad que se abren a nosotras. Porque ahí, por la herida, es
que penetra el daño, pero también la dicha.
En
un libro como este es difícil obviar el patriarcado, la sociedad inquisidora, a
los hombres que ejercen la violencia sobre aquellas a las que reconocen
indefensas. Son muchas las formas de opresión, de burla y de maltrato. Afortunadamente,
existen otros hombres, incluso hombres sin cabeza, que también contribuyen a
que estas mujeres puedan ejercer la esperanza. Porque el libro, me gusta
pensar, va de eso, del derecho a ejercer la esperanza. Porque es la imposición
de la heteronormatividad la que crea la mirada diferente e inquisidora, pero,
en realidad, todas nos parecemos mientras soñamos.
lunes, 6 de junio de 2022
Lectura: Lo que hay de Sara Torres
Es inevitable que lo que leemos engarce con nuestras vidas, como si leer entrañase la predisposición a que el flujo de la novela irrigue en lo cotidiano. Mientras leo “Lo que hay”-primera novela de la poeta Sara Torres-, J. me recomienda un documental titulado “Alén” -palabra galega que designa el “más allá”- cuyo tema es la muerte y sus rituales, por lo que iniciamos una conversación sobre cómo afecta a nuestras sociedades el desprenderse, de manera paulatina, de los rituales de los que nos habíamos dotado para afrontar la muerte y el duelo. La asociación de estos rituales con lo religioso parece alejarnos, cada vez más, de los mismos, con lo que es posible que también estemos renunciando a nuestras herramientas para vivir la muerte del otro, del ser querido, sin dotarnos de otras. En la lectura me preguntaba si este libro no sería sino una liturgia, un ritual de la escritora/protagonista para asimilar la muerte de la madre, con sus aledaños de enfermedad, corrupción del cuerpo querido y de los recuerdos asociados a él. De algún modo, mientras nos conduce por su duelo, nos va dando claves sobre los duelos duelos propios -los que han sido y los que serán-.
A su vez, también el duelo de la
protagonista por la muerte de su madre se entrevera con otro, el de la pérdida
de la amante. Subyace ahí la culpa: el de la madre no es un duelo exclusivo,
sino que está atravesado por otras emociones de pérdida. Algo que supone una
especie de infidelidad-un concepto que sobrevuela y sobre el que se reflexiona
de manera recurrente en la novela-. Sin embargo, nos preguntamos si esto es
coincidencia o si acaso muerte y amor no son más que el haz y el envés de una
misma hoja. Al fin y al cabo, el cuerpo es ese instrumento del que nos servimos,
pero del que la enfermedad y el deseo nos convierten en siervas. Particularmente,
me parece natural que esos duelos coincidan en el tiempo y, en cierto modo, se
regulen. La vida habitualmente haya los mecanismos para topar el dolor y que no
nos asole. En este caso el uno y el otro se topan.
Esa culpa que subyace desde la
primera frase de la novela tiene, a mi parecer, una dimensión más plena, la de la
tensión entre la narradora y el deseo de las otras, la exigencia sobre su
persona. Conviven ahí la hija que la madre querría, la pareja que su pareja
querría e incluso la amante que la amante querría. La narradora se debate en la
culpa por no satisfacer y encarnar el deseo de las otras, lo cual implicaría la
renuncia a su propio deseo. Esto, a su vez, va enlazando con otro concepto
interesante que se plantea, la cuantificación del amor. Qué amor es más intenso
y mejor según su categoría ¿El amor de una hija a su madre, el amor de la
relación socialmente aceptable, el amor de la amante? A cada categoría se le
supone un valor que no establecemos nosotras- nuestro deseo se construye con
materiales prestados- y, en cierto modo, los convierte en excluyentes, como en
una monogamia de los afectos.
Ocurre en algún momento durante el
proceso de pérdida -cuando lo reconocemos del todo irreversible- que nos
sabemos despojadas del cuerpo amado, pero también del conflicto. Sólo nos queda
el amor que sentimos como un absoluto, en la integridad del concepto. La
pregunta a solventar durante el duelo es qué hacer con ese amor sin objeto. El
objetivo quizás sea transitar la culpa.
Esta es una novela del cuerpo,
del deseo y de la pérdida. Acompañar a Sara por los vericuetos de su duelo, en
este ejercicio de honestidad que es la novela, resulta además un placer
estético. Su narrativa poética dota a la historia de la imprescindible pausa.
Porque es el lenguaje preciso de la poesía el que abre la posibilidad, el que
la dota de amplitud. El que nos llena los ojos de luz en la Barceloneta y nos
deja en la boca el sabor de las amantes. Y, por momentos, no sabemos si leemos
a Sara o la somos…. ¿Qué más podemos pedir que lo que hay?
“El fuego que irrumpe no viene de
fuera, está adentro, en el texto de la carne”.