No se puede
marcar la lluvia,
ni señalar
con piedra o rama
la ráfaga
que nos pasó rozando.
Las gotas que
humedecen tu piel
se desdibujan antes
de señalar al norte.
Para
orientarse en la noche mejor escoger
un punto
fijo,
algo así
como una estrella.
No se puede
marcar la lluvia, no
con esa
doblez que uno hace
en la hoja
de un libro
para
localizar el poema que le conmueve,
sin embargo su
golpear
colma ese
verso
que te regresa.