Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


jueves, 2 de febrero de 2012

LA CHUMBERA DEL PARQUE GÜELL

Imagen sustraída de la red




Ellos eran dos siluetas caminando por el Parque Güell. Dos siluetas de luna menguante, casi escuálidas. El amor les había dejado apenas los huesos y la piel, la cual era el espacio imprescindible para amarse. A veces, las dos lunas menguantes se juntaban para formar una silueta de luna llena, temblorosa y oscura, recortándose en la gravilla. Compartían la sensación de ir deslizándose, lentamente, por entre las imágenes de un sueño. Era Septiembre, y en la tarde de su llegada-tan solo unas horas antes- un tornado se había ahuecado en el corazón de Barcelona. Ella se preguntó acerca de los tesoros que el tornado se habría llevado en su mochila. Seguro que flores y hojas también. Quizás el vuelo de algún pájaro. La cáscara vacía de un beso. El llanto de alguna ruptura. Desconocía la razón, pero se imaginó al tornado aspirando todas las estrellas del cielo. Pero no era posible, aquello había sucedido durante el día. El tornado a su paso había dejado un calor sofocante. Peor era lo de Nueva Orleans, que en aquellos momentos permanecía sumergida bajo las aguas. “Nueva Atlántida”, pensó soñadora, casi en un susurro. En la corte de Francia el ducado de Orleans solía corresponder al hermano del rey, aquél más inmediato al trono. Éste recibía de sus súbditos el tratamiento honorífico de “Monseuir”. Su esposa recibía el de “Madame”, aunque este también era un título que podía atribuírsele a la hija del monarca. Se preguntó en qué momento histórico este tratamiento habría pasado de la realeza al pueblo. Cuándo comenzó a “popularizarse”. Quizás tuviera algo que ver con la revolución francesa. Aunque, según creía recordar, en aquella época solían utilizarse los términos “ciudadano”, y “ciudadana”. Incluso para escarnio de Luis XVI, durante su periodo de reclusión antes de ser ajusticiado, se dirigían a él como “ciudadano Capeto”. En referencia a Hugo Capeto, el primero de sus antepasados en ser rey de Francia, no nacido de linaje real, y del que descienden tanto la dinastía de los Valois como la de los Borbones. Quizás algún día Juan Carlos I de España acabaría por ser designado como Juan Carlos Capeto. Aunque aquello parecía improbable…

Entonces sintió como unos brazos la arrancaban de su ensueño.

-Mira, ven-dijo él-Una chumbera.

Ella se dejó conducir, un tanto titubeante, como si el suelo fuese una superficie esponjosa y dúctil, en la que corriera el riesgo de hundirse. Si no los disciplinaba sus pies tenían la costumbre de encaminarse como los de una torpe miope. Enseguida se encontraron al pie de la chumbera, cuyas ramas florecían de higos.  Sin apenas disimulo él comenzó a arrancarlos del árbol, y a ofrecérselos.

-Pero ¿qué haces? Nos llamarán la atención...-le advirtió ella

-No te preocupes, nadie nos mira-contestó sonriente

Era cierto. A su alrededor sólo había unos cuantos turistas japoneses que daban la sensación de ver la vida a través del objetivo de una cámara. Cuando reunieron la cantidad suficiente de higos, corrieron a las escaleras, y se sentaron a la vera del dragón. Sus ojos perseguían las formas que iban dibujando los mosaicos, y que en la cercanía perdían la homogeneidad y consistencia que le otorgaba la distancia. Y de modo paralelo sus dientes se hincaban en la pulpa de los higos, cuya amalgama de sabores se iba descomponiendo en el paladar. Las pequeñas y punzantes espinas que cubrían su superficie se les clavaban en los dedos, y en la palma de la mano. Pero tampoco importaba, pues-como él dijo- los grandes placeres siempre exigen de una retribución. Y de este modo el sol siguió deslizándose hacia el oeste. Allí, donde ellos vivían, todavía no habría anochecido. Observaron felices como un paño de sombras iba cubriendo lentamente aquella ciudad, para ellos, todavía misteriosa y casi desconocida. Se levantaron, y sin prisas, se encaminaron a callejear lo oscuro, y a levantar el paño donde ellos desearan enfrentar desnudez…
La noche transcurrió tan apacible como un ronroneo. Apenas dejaron la calle para cenar sushi en un japonés, y tomar una copa. Sus cuerpos penetraban en el trazado con familiaridad, abrazados.  A ella le molestaron los zapatos, por lo que él se descalzó, y le conminó a que tomara sus sandalias. Se desorientaron , y no les quedó más remedio que preguntar, a la primera mujer que encontraron, cómo dirigirse a la pensión.


-Uy!- se desesperó la desconocida-Eso queda muy lejos. Será mejor que toméis el metro, o un taxi.


Ellos sonrieron, y la mujer se encogió de hombros. “Enamorados….locos, al fin y al cabo padecen parecida enfermedad”, eran las palabras esbozadas con aquel gesto. Sin embargo a ellos aquella ciudad tan llana les parecía tan “paseable”, tan fácil de caminar, en contraste con  la ciudad en la que vivían, toda conformada de cuestas, que no creyeron necesario rendirse a otro medio de locomoción que sus propios pasos.
Continuaron caminando envueltos en ráfagas de besos. Música de suspiros, gemidos, componían la banda sonora de la noche. Tan solo el deseo los acuciaba, de lo contrario se hubiesen abandonado a aquellas calles. Más pronto de lo pensado tropezaron con la puerta de la pensión. Ahora sí con prisas, subieron las escaleras, y saludaron armoniosamente al encargado que parecía aburrirse al pie del arcaico mostrador. Entraron ansiosos en la habitación y comenzaron a desnudarse. La suya sí era una desnudez integral. La ciudad nunca acabaría de desnudarse del todo. Prolongaron en sus cuerpos las avenidas, las luces, los balcones de los edificios. Sus cielos no parecían disponer de límites. Sus abismos tampoco. Al acariciarse sentían el ardor de las espinas de los higos que ahora moraban en las yemas de sus dedos. Se deslizaban sobre las pieles en forma de dragones, y misteriosos mosaicos. Ahora ellos eran el Parque Güell. Ella recordó sus palabras de la tarde: los grandes placeres siempre exigen retribución. Aquellas eran las espinas del amor. Quizás algún día fueran sus añicos. Sacudió este pensamiento como si fuera una mosca, que en su huída acabó por estrellarse en el cristal del orgasmo…

miércoles, 1 de febrero de 2012

DE LAS LOBAS DE MACHECOUL A LOS ENAMORAMIENTOS






Esta mañana pensaba en Las Lobas de Machecoul. Probablemente no sea ésta ni la mejor ni la más conocida novela de Dumas. Y si lo pienso, tampoco recuerdo muchos detalles de su argumento. Sin embargo hay dos cosas que creo tener presentes de la misma y que resumen la atracción que en su momento pudo ejercer esta novela sobre mí: la conciencia de que existen personas capaces de exponerse por llevar a cabo sus ideales, que – pudiendo resultarnos equivocados o no-tienen como fin último la creación de un mundo más justo. Y la otra son sin duda los dos personajes femeninos.  Las Lobas son dos mujeres en los márgenes, dentro de una sociedad y, sobre todo, un estrato social tan encorsetado, que los márgenes casi no existen, sino que es necesario inventárselos. Las Lobas dentro de su condición y educación femenina, demuestran el mismo valor y arrojo que los hombres, y se exponen atrayendo hacia si las miradas reprobatorias de su época. Anteponen su animalidad y la llama que inflama sus corazones a las convecciones sociales, y a los apelativos insidiosos- ese mote que trata de escarnecer, “las lobas”, acaba por ser laurel-. El caso es que siempre han existido mujeres así, pero generalmente se las condena a la oscuridad. Y a las mujeres que se rebelan muchas veces la literatura les depara un final amargo. Todos sabemos como acaba Ana Karenina. Y la misma Natascha  de Guerra y Paz tiene que reprimir su temperamento exaltado y rebelde para conseguir la felicidad y acabar convertida en una matrona. Pero no era esto en lo que yo pensaba a la mañana. Sino, por ejemplo, en la diferencia entre las Lobas y la tibia Costanza de Los tres Mosqueteros. Y en que Dumas dibuja en esta misma novela uno de los personajes más malvados sobre el que he tenido el placer de leer. Que además es mujer. Milady aúna a su total falta de escrúpulos dos cualidades casi complementarias: agudeza y capacidad de persuasión. Para penetrar este personaje es imprescindible haber leído los libros-las películas sobre Los Tres Mosqueteros son en general muy malas-. Pero para mí existe un único episodio en el que Milady expone magistralmente sus verdaderas cualidades. Para conseguir que su carcelero acabe matando a su superior, el Duque de Buckingham, es necesario leer mucho y bien en su alma. Y esto mismo es lo que finalmente atrae de ella como malvada. Y la convierte en un personaje casi único.
Pues bien, andaba yo pensando esto en la mañana, cuando al mediodía, continuando con mi lectura de Los Enamoramientos de Javier Marías-que a veces me atrapa, y a veces me aburre. Quizás porque la manera que la narradora tiene de reflexionar acerca de los acontecimientos es tan hasta la saciedad como la mía. Por lo que a veces me canso, del mismo modo en el que me canso de mí misma-, cuando la narradora comienza a referirse a ciertos episodios de Los Tres  Mosqueteros asociándolo a algo que le está aconteciendo. Y ahí es cuando me sorprendo al leer que, según la narradora, Milady es el mejor personaje femenino malvado de toda la historia de la literatura.  Bueno, yo no he leído tanto como para decir esto, pero me divirtió leerlo, y me sorprendió  hacerlo justo hoy. No puedo afirmar que si el personaje de Marías habla así, él piense así. Pero recordé que hace poco leí en el semanal una columna de Reverte, en la que hablaba de la amistad que existe entre ambos, y de que Marías le había comentado que tenía ganas de releer El Conde de Montecristo-ésta sí es la mejor novela de Dumas, en mi opinión-. A lo que Reverte responde que sin duda ésta era un ejemplo de “novela total”. Bueno, está claro que Reverte es un fan de Dumas convencido. No en vano una de sus novelas se titula “El club Dumas”. A dicho club-y siempre en la novela-pertenece Umberto Eco. Pues, no hay que olvidar, que el método que el asesino emplea en El nombre de la rosa, es un homenaje a la novela de Dumas La Reina Margot. Y luego recordé que en Rojo y Negro de Stendhal el protagonista se enamora de una mujer de una familia cuya importancia nobiliaria estriba en que son descendientes de La Molé, el amante de la Reina Margot que, acusado de traición, es finalmente ajusticiado. Aunque creo que Stendhal se habrá basado más en el acontecimiento histórico que en la novela de Dumas… Siempre  me ha divertido el modo en el que Dumas transforma los acontecimientos históricos en su novela. Como si pusiera la historia al servicio de la ficción. Y le reconozco su maestría novelesca. Quiero decir que el hecho de escribir folletines, y la necesidad intrínseca a este formato,  quizás haya desarrollado en él una habilidad sin precedentes a la hora de dejar siempre la acción en suspenso-y de inventarse primero una acción que haya de suspender-. Las novelas de Dumas son como una sucesión de climax. Como un amante habilidoso con la que una cabalga de orgasmo en orgasmo. Quizás los arrumacos, las palabras de amor, y los preámbulos tengan relativa importancia. Quizás no existe amor, ni la comunión exaltada –casi mística- entre dos seres. Pero el sexo es imaginativo y satisfactorio. Eso es lo que siempre he pensado de Dumas y sus novelas. Es entretenimiento, y no va a existir un antes y un después de leerlo, ni va a cambiar nuestra percepción del mundo ni de la literatura-al menos en mi caso, no puedo hablar de los demás-. A mí me entretiene, lo disfruto, quizás porque hace años que no tengo demasiadas pretensiones en mis lecturas, voy leyendo lo que cae, lo que me recomiendan, a veces incluso leo por ponerme en la piel de personas en cuya piel me gustaría estar…. Del mismo modo que siento que no tengo pretensiones en lo que escribo, quizás porque existen tantas formas de belleza, que no quiero encorsetar la palabra,  la pienso libre y respirando, buscando ella misma su lugar.... Por eso, este mediodía, me quedo un tanto estupefacta al darme cuenta de cuántas novelas, de algún modo, convergen en Dumas. Y otra vez me doy cuenta de algo con lo que muchas veces topo de bruces y que no acabo de aprender. No se debe ni subestimar ni encasillar a nadie. Nuestra propia libertad y enriquecimiento pasa por dejar al lado los prejuicios….En fin… Se nota que no estoy yo muy creativa en el día de hoy. Sólo me apetece divagar y divagar. Voy a acabar pareciéndome al personaje de Marías…

martes, 31 de enero de 2012

DECADENCIAS

Imagen extraída de la red




A las mariposas
que habitan nuestros estómagos
se les han caído las alas
en el viacrucis
de un otoño anticipado.
Tras fulgurante eclosión,
el amor
ha retornado a la larva

lunes, 30 de enero de 2012

TRES ACTOS CON POSO DE COLOR AL FINAL

Toda 
esta intemperie
nunca dicha,
este transportar
fardos de cielo
sobre las espaldas
-cuánto azul puede sostener una mirada-
Tanto
arrojarse
a los océanos del sentimiento
sin bombona de oxígeno,
sin la posterior
despresurización del alma
Regresar
con  la epidermis
arrancada,
la flora del corazón
al aire
Un perro que escarba
halla entre la tierra,
todavía húmeda,
lo único que atesora:
el fósil
de un amor
muerto hace tiempo





 Imagen: Daria Endressen


Y ella hará
de su corazón
una coraza
No cantará el pájaro,
pues largo será
su cautiverio
y con el tiempo
ni el sol asomará
por entre los barrotes
de su jaula


 





Pero llegarán nuevos vientos amorosos
arrastrando entre su desnudez
tímidas albas
que de nuevo
al pájaro de su corazón
den cuerda
Y al retumbar de su canto
se quebrará
con estruendo
la coraza

jueves, 26 de enero de 2012

FE DE VIDA






Pongámonos alas
y salgamos a la vida
Olvidemos los rezos
entre las ropas sucias
Aireemos nuestros sueños
al frescor de la mañana
y que viajen
como hojas
en el vagón del viento
Y que aniden en los árboles
Y que alfombren avenidas
Que nuestros sueños vistan
estos tiempos tan desnudos
y que acampen
luciérnagas
en la noche sin estrellas

miércoles, 25 de enero de 2012

PRESENCIA EN LA AUSENCIA

Imagen: Sophie Thouvenin




A Miguel, y su manera de estar presente en su ausencia



Lágrimas,
fragmentos de alma
cayendo sobre el día
en cuajos de otoño
Hacerse pedazos
Romperse
Herir pájaros de pena
Campos sembrados de desesperanza
Quise asirte
con todas mis fuerzas
pero te llevaron
a ese lugar del que nadie regresa
Me legaste
partículas de muerte bajo las uñas,
fibras de olvido,
el fúnebre cantar de una campana,
la insípida atonía de un punto de encuentro
ubicado en un rincón de la nada
Te llevaste tus ojos,
tu sonrisa,
aquella manera que sólo tú
tenías de llamarme
A veces
-sólo a veces-
el viento viene preñado
de tiernos retoños de tu voz
Tatuando en mi corazón
una brisa de mariposas,
un rumor a rocío






lunes, 23 de enero de 2012

AISLAMIENTO

Paolo Franco Orlando: Isolamento numero quattordici: si sfidano



Y río
estentórea
mientras oteo la nada,
tiemblan pupilas
emergencia de la imagen
-rasga el iris la lágrima-
se pinta el día de mar
Eyaculo
feroz
palabras desoladas
como estepas
Ordeño mis enormes pechos
y apenas
una mísera gota de calostro
Abomino a gritos
la propia esterilidad
¿Es fútil todo intento de hallar al otro?
¿De hallarme en el otro?
Doy cabezazos contra tu torso
en catapulta
Me precipito suicida
hacia tus murallas
sólo para contemplar
el corazón
que guarecido
tras ellas
late