Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


Mostrando entradas con la etiqueta DIVAGACIONES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta DIVAGACIONES. Mostrar todas las entradas

miércoles, 1 de febrero de 2012

DE LAS LOBAS DE MACHECOUL A LOS ENAMORAMIENTOS






Esta mañana pensaba en Las Lobas de Machecoul. Probablemente no sea ésta ni la mejor ni la más conocida novela de Dumas. Y si lo pienso, tampoco recuerdo muchos detalles de su argumento. Sin embargo hay dos cosas que creo tener presentes de la misma y que resumen la atracción que en su momento pudo ejercer esta novela sobre mí: la conciencia de que existen personas capaces de exponerse por llevar a cabo sus ideales, que – pudiendo resultarnos equivocados o no-tienen como fin último la creación de un mundo más justo. Y la otra son sin duda los dos personajes femeninos.  Las Lobas son dos mujeres en los márgenes, dentro de una sociedad y, sobre todo, un estrato social tan encorsetado, que los márgenes casi no existen, sino que es necesario inventárselos. Las Lobas dentro de su condición y educación femenina, demuestran el mismo valor y arrojo que los hombres, y se exponen atrayendo hacia si las miradas reprobatorias de su época. Anteponen su animalidad y la llama que inflama sus corazones a las convecciones sociales, y a los apelativos insidiosos- ese mote que trata de escarnecer, “las lobas”, acaba por ser laurel-. El caso es que siempre han existido mujeres así, pero generalmente se las condena a la oscuridad. Y a las mujeres que se rebelan muchas veces la literatura les depara un final amargo. Todos sabemos como acaba Ana Karenina. Y la misma Natascha  de Guerra y Paz tiene que reprimir su temperamento exaltado y rebelde para conseguir la felicidad y acabar convertida en una matrona. Pero no era esto en lo que yo pensaba a la mañana. Sino, por ejemplo, en la diferencia entre las Lobas y la tibia Costanza de Los tres Mosqueteros. Y en que Dumas dibuja en esta misma novela uno de los personajes más malvados sobre el que he tenido el placer de leer. Que además es mujer. Milady aúna a su total falta de escrúpulos dos cualidades casi complementarias: agudeza y capacidad de persuasión. Para penetrar este personaje es imprescindible haber leído los libros-las películas sobre Los Tres Mosqueteros son en general muy malas-. Pero para mí existe un único episodio en el que Milady expone magistralmente sus verdaderas cualidades. Para conseguir que su carcelero acabe matando a su superior, el Duque de Buckingham, es necesario leer mucho y bien en su alma. Y esto mismo es lo que finalmente atrae de ella como malvada. Y la convierte en un personaje casi único.
Pues bien, andaba yo pensando esto en la mañana, cuando al mediodía, continuando con mi lectura de Los Enamoramientos de Javier Marías-que a veces me atrapa, y a veces me aburre. Quizás porque la manera que la narradora tiene de reflexionar acerca de los acontecimientos es tan hasta la saciedad como la mía. Por lo que a veces me canso, del mismo modo en el que me canso de mí misma-, cuando la narradora comienza a referirse a ciertos episodios de Los Tres  Mosqueteros asociándolo a algo que le está aconteciendo. Y ahí es cuando me sorprendo al leer que, según la narradora, Milady es el mejor personaje femenino malvado de toda la historia de la literatura.  Bueno, yo no he leído tanto como para decir esto, pero me divirtió leerlo, y me sorprendió  hacerlo justo hoy. No puedo afirmar que si el personaje de Marías habla así, él piense así. Pero recordé que hace poco leí en el semanal una columna de Reverte, en la que hablaba de la amistad que existe entre ambos, y de que Marías le había comentado que tenía ganas de releer El Conde de Montecristo-ésta sí es la mejor novela de Dumas, en mi opinión-. A lo que Reverte responde que sin duda ésta era un ejemplo de “novela total”. Bueno, está claro que Reverte es un fan de Dumas convencido. No en vano una de sus novelas se titula “El club Dumas”. A dicho club-y siempre en la novela-pertenece Umberto Eco. Pues, no hay que olvidar, que el método que el asesino emplea en El nombre de la rosa, es un homenaje a la novela de Dumas La Reina Margot. Y luego recordé que en Rojo y Negro de Stendhal el protagonista se enamora de una mujer de una familia cuya importancia nobiliaria estriba en que son descendientes de La Molé, el amante de la Reina Margot que, acusado de traición, es finalmente ajusticiado. Aunque creo que Stendhal se habrá basado más en el acontecimiento histórico que en la novela de Dumas… Siempre  me ha divertido el modo en el que Dumas transforma los acontecimientos históricos en su novela. Como si pusiera la historia al servicio de la ficción. Y le reconozco su maestría novelesca. Quiero decir que el hecho de escribir folletines, y la necesidad intrínseca a este formato,  quizás haya desarrollado en él una habilidad sin precedentes a la hora de dejar siempre la acción en suspenso-y de inventarse primero una acción que haya de suspender-. Las novelas de Dumas son como una sucesión de climax. Como un amante habilidoso con la que una cabalga de orgasmo en orgasmo. Quizás los arrumacos, las palabras de amor, y los preámbulos tengan relativa importancia. Quizás no existe amor, ni la comunión exaltada –casi mística- entre dos seres. Pero el sexo es imaginativo y satisfactorio. Eso es lo que siempre he pensado de Dumas y sus novelas. Es entretenimiento, y no va a existir un antes y un después de leerlo, ni va a cambiar nuestra percepción del mundo ni de la literatura-al menos en mi caso, no puedo hablar de los demás-. A mí me entretiene, lo disfruto, quizás porque hace años que no tengo demasiadas pretensiones en mis lecturas, voy leyendo lo que cae, lo que me recomiendan, a veces incluso leo por ponerme en la piel de personas en cuya piel me gustaría estar…. Del mismo modo que siento que no tengo pretensiones en lo que escribo, quizás porque existen tantas formas de belleza, que no quiero encorsetar la palabra,  la pienso libre y respirando, buscando ella misma su lugar.... Por eso, este mediodía, me quedo un tanto estupefacta al darme cuenta de cuántas novelas, de algún modo, convergen en Dumas. Y otra vez me doy cuenta de algo con lo que muchas veces topo de bruces y que no acabo de aprender. No se debe ni subestimar ni encasillar a nadie. Nuestra propia libertad y enriquecimiento pasa por dejar al lado los prejuicios….En fin… Se nota que no estoy yo muy creativa en el día de hoy. Sólo me apetece divagar y divagar. Voy a acabar pareciéndome al personaje de Marías…

lunes, 23 de mayo de 2011

PENSAMIENTOS DESESTRUCTURADOS

Imagen: Dani CC Rider


Disfrutaba arrojando piedras al agua. Sólo para ver como la superficie se estremecía. Saberse capaz de alterar algo, sublimando la monotonía de la propia vida. Obviando las pequeñas hecatombes que aquel indolente gesto suyo ocasionaba en aquella franja de mar. Y ahí estaba de nuevo el sol dándose de bruces contra las pequeñas olas. Como si no supiese hacer otra cosa. Las olas lo único que hacían era nacer y morir, en medio de estos dos movimientos, un instante de suprema belleza. Como un único beso de amor.

El ser humano es el ser que todo lo mide. Sin embargo el sol no medía la distancia que mediaba entre el mar y él. Tampoco le importaba que el mar sólo respondiese a las invocaciones de la luna. A los seres humanos no nos gusta darnos de bruces contra nada. Ni siquiera contra aquellos a los que amamos. Antes de precipitarnos hacia ellos, les pedimos el carnet y le decimos “asegúrame que no me voy a dar de bruces”. Aunque lo pretenda, yo no soy ninguna excepción….

La vida de un hombre es una sucesión de puntos. Puntos de partida y puntos de llegada. Y la distancia que media entre ellos es simplemente un vacío. Nací, crecí, amé, trabajé, parí y morí. La vida sintetizada en seis puntos. Suficientes para trazar nuestra propia estrella. ¿Pero por qué todo tiene que ser tan geométrico? ¿Qué importa que la distancia más corta entre dos puntos sea la línea recta? El establecer un objetivo limita la propia expansión. La libertad. El punto al que queremos llegar condiciona nuestras propias decisiones. Anula nuestra voluntad. Es casi hacer un hoyo y esconder la cabeza como los avestruces. Aunque el hoyo nos lo hayamos diseñado nosotros, con la ayuda de un arquitecto muy vanguardista y muchas horas de terapia.

Supongo que no sé de qué hablo. Todo se debe a que venía caminando por la playa. Con ese tedio que nos invade al mediodía, un día festivo. En mi cabeza resonaba el Carrusel Deportivo. No es que realmente lo estuviera escuchando, pero es inevitable, para mí el Carrusel Deportivo es como la magdalena de Proust….. La desazón del regreso a casa desde la aldea, las tardes de domingo, y la inevitable idea (sin palabras, sin andamios) del suicidio ensombreciendo el corazón de una niña, atravesada por la acostumbrada nausea de aquellos que siempre se marean en el coche. La mamá sujetando los largos cabellos mientras la niña expulsa en el arcén los restos del cocido de la abuela y la gruesa capa de grasa que coronaba la sopa. Hace tiempo que ya no quiero matarme los domingos, salvo que por alguno de esos juegos macabros del destino me tropiece con la sintonía del Carrusel Deportivo. Y claro, cuando tardes como la de hoy, intuyo el tedio, mi emisora mental sintoniza ese maldito dial. Así que me pongo a pensar, cosa mala, porque el pensamiento en movimiento, en mi caso me lleva irremisiblemente a la divagación. Y si se prolonga demasiado en el tiempo, a algo muy parecido al delirio. Lo mío es pensamiento desestructurado. Algo propio de personas desestructuradas….