Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


jueves, 15 de septiembre de 2011

ENSAYOS ANTE EL ESPEJO

Imagen: Katja Faith





La mujer se contempla en el espejo, y ensaya sobre su superficie un rictus de muerte. Mira directamente a los ojos a aquélla que nunca ha de ver. La cuestiona sobre el amor y la vida. Sobre la aspereza de las persianas bajadas en el apartamento. Sobre la imagen que con un ruido de uñas araña sus ventanas, sin ímpetu suficiente para romperlas y entrar. El mundo se ha quedado fuera pero ¿a dónde ha ido a ovillarse la vida? La mujer siempre se ha sentido como una caja de cerillas. Ahora la mayoría están húmedas y la posibilidad del fuego le parece un milagro. Pero hubo un tiempo en el que su cuerpo era lumbre. Y ella nacía a la primavera y al otoño. Sentía un peso en las ingles que la anclaba a la tierra, y todavía era capaz de experimentar el espanto ante las cosas. Su ser era un abrevadero al que los hombres venían a calmar la sed que no se nombra. Y en el que las mujeres se lavaban las partes íntimas. Y ella se sentía girar y girar, aunque continuaba quieta. El polvo de los cuatro puntos cardinales brillaba perennemente entre sus manos, y asía al instante, con brío, por los cabellos. Atesoraba con mimo, en una cajita, luces y sombras. El cielo venía cada noche a reflejarse en su quietud, y dormía acunada por un bullicio de estrellas. Hoy todo era un insomnio sin sueños. Un viajar sonámbula por corredores deslomados. Un dolor sin herida. El rostro de sus amantes jamás aparecía ante ella. Hubo un tiempo en el que unos rasgos se superponían a los otros. Y las células de su cuerpo exudaban amor. Y el torrente de su sangre sonaba como un enjambre de abejas. Pero en algún punto entre ella y el horizonte la araña se volvió tela. Y ahora pende olvidada en un rincón de alguna habitación. Con dos ojos ciegos atorándole la garganta. Y ya ni siquiera el olor a pan caliente consigue arrimarla a aquélla que algún día fue.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

HOJA DE RUTA(Sobre el poema)

Imagen: Lilya Corneli






Escribir con las raíces del cuerpo
Penetrar la mirada acuosa del otro,
aquélla cuyo secreto sólo los ahogados conocen
Sorber(sin asco) el vinagre de las heridas
Arrancar la costra tantas veces precise
Hacer trizas las fronteras del yo
Construir con las trizas puentes
Repatriar en mi seno
a aquél que se sabe huérfano
(expulsado)
Permitirle repatriarme en él
Amar al desierto en el grano de arena
Amar al cielo en la gota de lluvia
Amar a la humanidad en el hombre
(¿Por qué esto último es tan difícil?)

Anudar a mi cuello un arco iris
Registrarle los bolsillos al otoño
Macerar una sonrisa en el corazón
Untar sobre el pan la mantequilla del dialogo
endulzar con mermelada de risas
Morder hasta el crujido
Bailar entre(y por, y para, y sobre) las líneas de este pentagrama
vástago del silencio y el susurro
y la palabra
Mudar ingravidez por el peso de la vida

Oler en tu piel la tierra mojada
Soplar un viento en tu flequillo
Descubrirnos desnudos bajo la frazada del poema
Anclar tu sexo(a la deriva) en el mío
Incendiar tu boca con el beso
y que el humo nos haga llorar
tontos
felices

HUMANIDAD

Imagen: Daria Endresen



A veces a tu cuerpo
le duelen todas las heridas del mundo
Dura sólo un instante
hasta el carozo
y luego escupes contra el otro sus pepitas


lunes, 12 de septiembre de 2011

Y EL BESO QUE NO LLEGA


Imagen: Larissa Kulik


Apenas con un gesto,
un roce,
el aliento humedeciendo tus labios,
y siembras en mi boca
la semilla del beso

Prende en mi lengua
la raíz
El tallo emerge
radiante de saliva
Una flor de pétalos rosados
eclosiona entre mis dientes
fervorosa

Sobre nuestras cabezas
el cielo suelta amarras
El espectro de un arco iris
se queda enredado
en una red de fina lluvia
hasta que se diluye...

Y el beso que no llega....

Me agarro a la línea del horizonte
para no caer
y me trago la flor del beso
con raíz
tallo
y espinas

Ahora
lentamente se pudre
en un charco de mi estómago



viernes, 9 de septiembre de 2011

CANCIÓN DE OTOÑO

Música de otoño por Bárbara Bezina




Esto lo escribí este mediodía mientras estaba en la peluquería....



Un pájaro joven
vino a posarse sobre una rama
E hinchando su plumaje
por primera vez cantó

En ese preciso instante
el otoño derramó su hálito
sobre el cristal del cielo
Y el árbol que le servía de escenario
mudó el rumoroso ropaje
por la desnudez del vaho

En el candor de su juventud
el ave creyó que el suyo
era un canto asesino
a cuyo compás de muerte
perecían las hojas
deslizándose por el tobogán de la brisa
hasta  el cementerio de hierba

Una lágrima como una estrella
palpitó en los ojos
del pájaro
y el silencio se ahuecó un nido
en la caridad de su garganta

Y allí se quedó
A vivir para siempre




 II

Pasaron los días
Los meses
Las estaciones
Los años
La juventud
Y todo lo que quedó
fue el amor
encallado en una roca














QUIÉN NO TEME AL OGRO FEROZ



 Imagen sustraída de la web




En el sótano de nuestra casa vivía el Ogro Feroz. Pero este era un inquilino al que, por lo general, nosotros olvidábamos, hasta que de pronto un día lo encontrábamos sentado a nuestra mesa. Muchas veces esta circunstancia nos sobrevenía en pijama, así que vestíamos nuestros batines de seda, y quemábamos unas ramitas de incienso, para dar ambiente. Siempre nos hemos jactado de ser unos excelentes anfitriones. Tú preparabas un té que yo decoraba con una nube, aparentemente inmaculada, pero en cuyo corazón palpitaba una imprevista tormenta, que descollaba dentro de la taza en tenebrosos relámpagos. Entonces nos mirábamos temerosos, pues el Ogro Feroz siempre ha sido famoso por su irritabilidad. Y expectantes veíamos como una chispa anidaba entre las ramas secas de su mirada, que enseguida crepitaba en un espectacular fuego. Las volutas de humo herían nuestros ojos, por lo que no podíamos evitar lagrimear. Cosa que acababa de enfurecerle. Sus rugidos hendían el techo sobre nuestras cabezas y las paredes temblorosas, se agrietaban de pavor. La casa se nos venía abajo. Nuestra bonita lámpara de cuentas se despatarraba contra la mesa de cristal, rompiéndose al amor de la cresta de una ola. Ondeando una bandera blanca, acabábamos por pedir clemencia, abrazados y arropados en un beso, mientras nuestras mantas salían volando por las ventanas. De tal modo, exhaustos, nos quedábamos dormidos.

A la mañana siguiente despertábamos sobre un mar de escombros, y permanecíamos atentos, y en quietud, con nuestros oídos vueltos hacia los pasos del Ogro Feroz. Todo parecía en silencio, el Ogro Feroz de nuevo se había recluido en el sótano, y con una sonrisa cómplice le pasábamos la llave al candado. Ahora sólo nos tocaba enfrentar la reconstrucción de nuestro hogar, sintiéndonos más cansados que en la ocasión anterior, aunque nada de esto le confesábamos al otro. Lo curioso es que en eses momentos nunca conseguíamos recordar quién de los dos se había dejado la puerta del sótano abierta... 

jueves, 8 de septiembre de 2011

ESPINAS

Imagen del fotógrafo gallego Vari Caramés





Lo ignoras todo de mí
El modo en el que la sonrisa
asciende hasta mi boca
El ímpetu del aire
al encallar en mi cuerpo
El lugar de mi ser
en el que expira
la gota de luz

Con hilachas de nubes sueltas
le tejo un vestido al cielo
Mas todo es en vano

El otoño de mis ojos
es sólo tibia lluvia
contra esa ventana
que tú nunca abres