20 de Marzo
Hoy ha venido Elvirita a verte. Le he dicho que no estabas, que te habías ido unos días fuera por motivos de trabajo. Se me ha quedado mirando de un modo extraño. Como si tuviera algo que decirme. Pero al final se decidió por el silencio. Me ha parecido que una pena profunda arrasaba su mirada y temí que se echara a llorar. ¿Os ha pasado algo amor? Si es así, sabes que Elvira es tu amiga más antigua. Tú nunca te perdonarías echar por la borda tantos años de amistad. No te voy a pedir que me lo cuentes, pero…
17 de Mayo
Por fin, tras esta larga ausencia, ayer vi la silueta blanca del taxi dibujándose tras la ventana. En cuanto salí, soltaste las maletas y nos fundimos en un intenso abrazo, del que me resultó imposible desanudarme. Me sumergí en tus cabellos y pronto deseé ahogarme en su embriagador aroma. Olían a mar y a esas pequeñas alguitas verdes que flotan en la superficie, los días en los que está especialmente en calma y es un placer bañarse. Me gusta el modo en que se quedan pegadas a tu piel en cuanto regresas a la orilla, y como yo las voy arrancando, una a una, complaciente, dejando uno de mis besos para llenar cada hueco que clama en la piel vacía. Embriagado de mar, te llevé hasta al dormitorio y comencé a desnudarte, hundiéndome en el aroma de cada recoveco de tu cuerpo. “Tus senos huelen a nubes. Es así como supongo debe oler la piel de los ángeles” rujo en la caracola de tu oreja, como si ahora yo fuese las olas de ese mar que se rompe. Las manos te huelen a pan recién hecho, muerdo las palmas blandamente, como esponjosa miga que aplasto deliciosamente contra mi paladar. Y tu boca huele a crepúsculo, a las noches horadadas de estrellas en verano. De vez en cuando tu lengua cual perseida se escurre hasta la mía. Las axilas huelen a aventura, a viajes por tierras desconocidas, las lamo como a las arenas del desierto y se me meten en los ojos como si nos tanteáramos en plena tormenta. Pero de todos esos olores me quedo con el de tu sexo, que huele a tierra, a raíz, a savia. A placenta, a cobijo, a calidez. Y me quedo allí a salvo del mundo. Olvidando que cuando no estás lo primero que pierdo de ti es tu olor. Y que hoy por fin, lo reconstruyes para mí en el cuarto oscuro....
18 de Mayo
Esta mañana supuse que estabas cansada del viaje y he preferido que durmieras hasta tarde, mientras yo hacía la comida. Elaboré todos tus platos favoritos y después disfruté observando como los saboreabas con delectación. Intercalando exclamaciones y ronroneos a cada mordisco. Al atardecer te preparé la bañera. Estuve rasurando tus axilas, y el sedoso vello rubio espolvoreado por tus piernas. Mientras tú, como en los viejos tiempos, leías en voz alta los maravillosos relatos de “Las mil y una noches” en una edición ilustrada que me habías regalado cuando comenzamos a vivir juntos. Con mimo, enjaboné tu cuerpo como si lo fuera cincelando con la esponja. Después lo aclaré con agua tibia. Al acabar te pusiste triste y me dijiste que querías seguir leyendo para siempre. Pues por alguna extraña locura temías que si dejabas de leer a la mañana siguiente estarías muerta. Me eché a reir para tranquilizarte y te dije que ni yo era el sultán Shahriar, y nunca me había sentido en tan perfecta comunión con nadie...
19 de Agosto
Día de resaca. Anoche nos fuimos a cenar y a tomar unas copas. Tú querías resarcirme de tus más que frecuentes viajes y todas las horas que pasas en la oficina. En demasiadas ocasiones, cuando tu llegas, yo ya estoy en cama, con el gato acurrucado entre las piernas, fingiendo que duermo, porque sé que inevitablemente tu cansancio y mi frustración arribarán en una discusión. Así que me has invitado a uno de esos restaurantes encantadores, pero yo no he podido evitar vivirlo como una banal compensación. Durante toda la cena he sentido el veneno que me subía a la boca y lo eructaba entre sorbo y sorbo de vino. Después he insistido en ir a tomar unas copas. A medida que aumentaba mi estado de ebriedad, veía como tu rostro se desdibujaba. Pero yo, cuanto más se difuminaban tus rasgos, más bebía. Hasta que desapareciste y Juan, detrás de la barra me dijo que ya no me servía más copas, y se ofreció a llevarme hasta casa...
23 de Septiembre
Aquí estoy, borracho un día más. Tratando de fundirme con la pared. Tus prolongadas ausencias me sumergen más y más en el infierno. Ha venido Elvira y me ha reprochado mi estado. Dice que me boicoteo. Que yo mismo me conduzco por esta senda de autodestrucción. Y después-no te lo podrás creer-¿sabes lo qué ha hecho?.... No debería decírtelo porque es tu amiga. Tu amiga más antigua. Pero me parece tan indigno…Pues…Ha tratado de besarme. Por supuesto yo la he rechazado y le he echado en cara que haya sido capaz de hacerle esto a su mejor amiga. Y entonces, la muy…….me ha espetado que estás muerta. Que hace más de un año que has muerto de un derrame cerebral. ¿Crees que puede haber mente más obscena que la que se inventa esa mentira para seducir a un hombre? No sé como podéis haber sido amigas durante tanto tiempo. Aun encima me ha dicho que envilezco tu memoria viviendo así, fingiendo que estás de viaje cuando no soy capaz de recrearte. Rellenando con recuerdos los vacíos que ha dejado tu muerte. La he sacado a rastras de casa, agarrándola del pelo. Gritaba tanto que me ha extrañado que los vecinos no hayan salido de sus casas para ver que ocurre. ¿Cómo habrías de estar muerta cuando tan claramente te veo, aquí a mi lado?. Compartimos la misma botella, y tu aliento huele a whiskey barato, pero a mí no me importa. De vez en cuando te miro y me sonríes, como aquella vez, a la mañana, justo antes de echarte la mano a la cabeza, y desplomarte sobre la cama.
Blog sobre libros donde voy dejando mis lecturas de poesía, novela y cualquier texto literario que me haya interesado, para extender la conversación que mantenemos con los libros durante la lectura.
Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.
Juan Ramón Jiménez
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martes, 29 de marzo de 2011
lunes, 28 de marzo de 2011
CÍRCULO
Hay momentos que se conforman en la curvatura de tu cuello. Camino por las calles de esta ciudad desconocida, que se me ofrece blanda, a lo largo de sus cuestas, sus repechos ,… y me siento como si escalara tu nuca-la cima más alta que hombre alguno haya coronado- hasta el nacimiento de los cabellos. Los muerdo y con ellos enhebro mis alientos, que lentamente se evaporan, a la caída del sol.
Esta ausencia es una amante belicosa. Construyo una imagen de ti con la que me acuesto cada noche. Y me toma como el mar toma a la costa, a empellones. Consciente de que no puedo hacer otra cosa, más que entregarme. Entenderás que ésta que está aquí se me disputa. Y yo no soy más que débil carne. Por eso, de vez en cuando, rescato tu sonrisa, la escribo en un papel , así, “tu sonrisa”, y la guardo en el bolsillo de la chaqueta, pegada al corazón. Por lo menos, durante ese día, es tu sonrisa la que va desgranando mis latidos, como a una mazorca.
Otras veces son tus ojos los que dibujo, repletitos de pestañas que se contonean, como las patitas de una araña panza arriba. Me dejas picaduras violeta alrededor de los pezones, que yo me rasco con violencia, hasta hacerme sangre.
Pero a menudo, dibujo simplemente una rayita, vertical y velluda. Habrás adivinado que es tu sexo. Ardiente falla en la que me consumo. Mi cuerpo se transmuta en volutas que se desparraman por el aire, quien se las lleva lejos. Muy lejos. Tan lejos que imagino que alguna afortunada se dejará caer, indolentemente, sobre tus cabellos, que alguno de mis otros yo muerde, sobre la cima de la ciudad blanda. Y otra vez vuelta a empezar…
Esta ausencia es una amante belicosa. Construyo una imagen de ti con la que me acuesto cada noche. Y me toma como el mar toma a la costa, a empellones. Consciente de que no puedo hacer otra cosa, más que entregarme. Entenderás que ésta que está aquí se me disputa. Y yo no soy más que débil carne. Por eso, de vez en cuando, rescato tu sonrisa, la escribo en un papel , así, “tu sonrisa”, y la guardo en el bolsillo de la chaqueta, pegada al corazón. Por lo menos, durante ese día, es tu sonrisa la que va desgranando mis latidos, como a una mazorca.
Otras veces son tus ojos los que dibujo, repletitos de pestañas que se contonean, como las patitas de una araña panza arriba. Me dejas picaduras violeta alrededor de los pezones, que yo me rasco con violencia, hasta hacerme sangre.
Pero a menudo, dibujo simplemente una rayita, vertical y velluda. Habrás adivinado que es tu sexo. Ardiente falla en la que me consumo. Mi cuerpo se transmuta en volutas que se desparraman por el aire, quien se las lleva lejos. Muy lejos. Tan lejos que imagino que alguna afortunada se dejará caer, indolentemente, sobre tus cabellos, que alguno de mis otros yo muerde, sobre la cima de la ciudad blanda. Y otra vez vuelta a empezar…
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