Por muy intrépido que sea el alpinista
ha de avenirse a una serie de consejos
antes de emprender la conquista
de las cumbres nevadas de mis nalgas
y deslizarse con balanceo temerario
a través de la hendidura secreta
que late escondida entre ellas
Debe conducirse con tiento
y colocar los pies con firmeza
(nota: si se siente demasiado torpe con los pies,
no lo oculte
emplearemos como apoyo las rodillas)
porque a cada avance
corre el riesgo de zozobrar
Para evitarlo
agárrese a las paredes rocosas
sin temor a despellejarse las manos
y por supuesto
clave las uñas
aunque pared y dedo se hagan sangre
No tenga prisa
palpe cualquier ondulación del terreno
cualquier posible oscilación
Explore cavidades
y grutas
En ellas encontrará manantiales
que alivien temporalmente la sed
que sin duda le asaltará
en el transcurso de tan duro ascenso
Saboree la nieve en su boca
juguetee con el hielo entre su lengua
deje que naturalmente se derrita,
nunca lo apure
Y no se sorprenda
si escondido en el corazón del glaciar
encuentra un río incandescente
(recuerde que no muy lejos
entre las dos cumbres nevadas
se erige una falla volcánica)
Navéguelo
Desvístale el cauce
Oscile lentamente
entre el caudal hirviente
y el caudal helado
Permita que ambos se mezclen
Y tómese el tiempo que quiera
en recuperar energías
Llegará la hora de reiniciar el ascenso
muy, muy despacio
Tantee el terreno
pues en el camino
tropezará con durezas imprevistas
Pero no olvide
que oculta entre la roca
se halla la grieta oscura,
incandescente,
humeante
Y al fondo
la pulpa rosada del volcán
Una vez localizada la falla
Inicie el descenso
ayudado de la cuerda
atada bien prieta a su cintura
Realícelo mediante pequeñas sacudidas
Que irá incrementando
en ritmo y fuerza
hasta la embestida final
Entonces déjese caer
derrámese
colúmpiese
gravite envuelto en el vapor
del magma ardiente
Llegado el momento de la consumación
ondeará blanca su bandera