Cuando llegó junto al Guardián de la Puerta le dijo:
-Ahora tengo derecho a hacerte tres preguntas-tratando de sonar afirmativa. La mayoría solía caer en la interrogación, y de este modo perdían la primera oportunidad. Pero eso no le iba a ocurrir a ella..
El guardián le pidió que continuara con un gesto de su cabeza.
-¿Por qué estoy tan cansada?-Dijo la chica con una voz en la que sus palabras no parecían pronunciadas, sino que reptaban su vientre por la frase
-Es fácil. Tienes piedras en el corazón. El corazón no es un buen depósito de piedras.
En efecto, hacía tiempo que cuando se agitaba escuchaba en su interior un ruido de piedras entrechocándose por la zona izquierda de su pecho.
-¿Y dónde guardé mis sueños?
-Esa también me la sé. Los escondiste en tus bolsillos. Tenías miedo de que alguien te los hurtara.
Entonces la chica se restregó los bolsillos, y los puso del revés, de tal modo que asomaban como dos lenguas flácidas sobre sus pantalones.
-¿Y por qué no los encuentro?-preguntó triunfal, pensando que por esta vez se habría equivocado el Guardián de la Puerta, y entonces podría traspasar el umbral.
-Porque ese es el mismo lugar donde guardaste los agujeros-mira. Y en efecto, la chica vio como sus bolsillos estaban calados de agujeros hasta los huesos. – Se trata de un simple error de inversión, que es bastante habitual. Tenías que haber guardado las piedras en los bolsillos, junto con los agujeros. Y esconder tus sueños en el corazón. A día de hoy seguramente te sentirías más ligera, y menos cansada. Y no necesitarías que errase una de esas tres preguntas para llegar al otro lado, porque estarías esperándome en él…
Y sin más decir, el Guardián desapareció tras la puerta.