Te llevo,
animal tembloroso
e indefenso,
entre mis manos.
Arrullándote con el crepitar de un sexo,
al que, a ras de cielo,
le salen plumas.
Gemir los días
con todos los dientes
y el roce de un chicle sobre mi lengua.
Dices algo bonito sobre el vestido que llevo.
Un vestido no es algo que se lleva.
Un vestido es algo que se empuña.
-así la luna se empuña brillo
contra la noche-
Pero esto un hombre no lo sabe,
él se limita a ponerle un cuerpo al filo.
Bajo su tela el estigma,
mi condición de mujer.
Entre las piernas
la herida
que más corta.
que más corta.
Y cuando sangra
no es a mí a quien
sangra,
sino a multitud de mujeres que antes
me sangraron.
Y cuando la rozas así,
con tus dedos,
su redención.
Un hombre solo
no hace una cruz.
Tu condición te inventó
otro hombre
que te atraviesa, horizontalmente.
Y así yo te llevo, amor,
camino del Gólgota.
Te llevo, como a dos maderos
clavados
donde purgar mujer.
Te llevo
para clavarme lugar.
Y cuando me bajes de ti
quédate la envoltura de tus brazos.
En una cosa me basto:
Yo soy, de mi misma,
la Piedad.