en la tarde de abril.
Dos badajos
repicando desnudez con parsimonia.
A la luz del amor
los ojos parpadean viento enramado,
el edificio de una civilización se desploma
ante el animal que bosqueja su mirarse.
Los dientes del ocaso mascan el sol con fruición,
como a chicle, estirando el resplandor
hasta la última nausea,
pero ellos ni ven.
El hervor de sus bocas
ha empañado de sexo los cristales.
Raíces verdeando en el vientre de la tierra,
buscan la rotura hacia el otro,
de la piel el lugar permeable.
Dos nubes
estrangulándose
en la
histeria de conocerse lluvia.
Adam Martinakis
A veces es tan difícil encontrar la imagen que acompañe un texto, y hay días como hoy en los que un mismo artista pone imagen al poema, antes de que el poema sea...