Para decir tu nombre
hay que ponerse un pájaro en la boca
pasarse un hilo de viento
por el ojo de la garganta
y coserse la tempestad
en el costado izquierdo.
Imprescindible girar el corazón en su veleta
hasta que cante
y del insurgente pico
brote el sol.
Para decir tu nombre
hay que tañerle el nervio a lo invisible
y articular amor como pez que sube el río cuesta arriba
desde el mar de los Sargazos,
allí donde cuenta la leyenda
que han ido a parar las cosas perdidas.
Es necesario hervirse la sangre a fuego vivo
y que el vapor carmesí oculte el cielo,
como escribe el poeta que sucede
en el fragor de la batalla.