Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


viernes, 19 de octubre de 2012

DE LO QUE SE CALLA




Ese viento que viene amoroso a descarrilar sus vagones sobre tu blanca frente, conjugando el negro flequillo como veleta. Tus ojos desnudos son la confirmación de que has estado llorando. Cómo explicarte que este mutismo es mi defensa de tu trágica figura. Guardo entre los labios el sonsonete de un insecto, y no deseo picarte.  Es paradójico este esfuerzo para hacerte entender que no necesito que me entiendas. Que mi corazón era un pez del que un océano voraz solamente dejó la espina y lo molesto que resulta el modo en que se clava en el pecho cuando sobre él reclinas la cabeza después de acostarnos. Por qué te empeñas en dolerme de dulzura cuándo ya la última de mis sonrisas es un fósil. Lo supe en cuanto te vi, y aún así, a los cinco minutos juntos desenvainamos la noche y nos maravillamos observando el reflejo de la luna en su filo, que yo imaginaba una y otra vez deshojándote el pecho. De ese modo aprendí que tu corazón es una caracola, y el sonido que escucho cuando pongo sobre él la oreja sólo un viento sin enjarciar. No me pidas una vez más que lo articule, pues un auspicio de belleza extirpó mis cuerdas vocales. Déjalo en balbuceo a pie de calle, o en esa mano transparente que delicadamente aparta tus negros cabellos de la blanca frente. Regálame una última mirada en la que brillen dos ecuánimes lágrimas. Y deja caer al suelo el espejismo de que por un instante mi corazón en espinas había vuelto a tener branquias.

martes, 16 de octubre de 2012

IRREFLEXIONES









No se alcanza a nombrar el asombro
sin quemarse antes los párpados
No se puede perpetrar lo oscuro
sin haber cavado un pozo
donde llorar la luz
La tragedia
nos ronda la piel
El espanto
es una mujer de ojos claros
La palabra
otro vano intento
de vertebrar
lo invertebrado
La poesía
la evolución a belleza
de ese fracaso

martes, 9 de octubre de 2012

DISCORDANCIAS








Si yo me excuso en el sol
él argumenta una nube
Si me encierro en el silencio
su irreverente risa me excarcela
Si padezco el síndrome de la hoja en blanco
amontona en la pared frente a mí
sombras chinescas
Si en la duda me reniego
él rubrica su deseo con mi nombre
Si jubilo mis sueños
viene y contrata becarias ilusiones
Si se amotinan mis caricias
las desalojan sus ejércitos de besos

Y así vamos aprendiendo
que el amor no estriba
en un darse continuamente la razón
sino en cierta capacidad
de tornar en armonía
discordancia

sábado, 6 de octubre de 2012

CUATRO PAREDES







En la habitación, entre cuatro paredes de imposibles, mi cuerpo desnudo arqueándose, arácnido. Masturbo su telaraña con dedos afanosos. A veces, cuando el deseo viaja por mi sangre, tu lengua es el arco de violonchelo que roza lentamente mis cuerdas, las tensa, arranca la vibración hasta que, finalmente, su música me despierta.  Y de nuevo es el inquietante silencio entre estas cuatro paredes blancas. Mi canto, pájaro sepultado de mudez. ¿Cómo es posible que el cuerpo sea a la vez grillete y ala? Tantos y tantos ríos circulando a través de este envoltorio de carne, descarrilando gota a gota en esta soledad en la que me abismo. No poder ir más allá de estas cuatro sólidas paredes. A no ser que tú abrieras una ventana y cosieras en sus bordes un cuadradito de cielo azul. De vez en cuando una nube. O el rasguño inmaculado de la trayectoria de un avión comercial. Eso sí, no debes olvidar ponerle un cristal para que golpee la lluvia. También sería de agradecer que construyeses un canal con el que desembocar mis ríos. Qué hermosura si sus aguas se amalgamasen a ese desparrame de cielo que es la tormenta. Quizás así alcance por un instante la majestad de la rosa, antes de terminar de secarme.  En ese gesto simple de abrirse al alba las flores atestiguan todo el esplendor de lo vivo. Cuántos seres humanos transitan en mera latencia, encerrados en el capullo de cierta presunción de trascendencia, como mariposas de alas cortadas incapaces de rasgar la crisálida. Me maravilla el movimiento primordial del girasol persiguiendo la luz, tanto como su rendición nocturna. Entre estas cuatro paredes soy un girasol dentro de una caja de eterna noche. Incapaz de rumiar un mísero rayo de sol. Si vinieras e hicieras día sobre mí quizás lograría ejecutar ese movimiento primordial. Cambiaría el peso de esta piel por la ingravidez de la nube. Dejaría que me moldearas con tus manos del mismo modo que la nube es moldeada por el viento. Y, finalmente, me llovería. Mis ríos libres y equinos correrían por esa tierra que podré al fin mirar, en cuanto abras esa ventana. Mejor cuatro ventanas, una en cada pared, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales.  La entidad de las aguas no reside en dirigirse a ningún lugar, sino en la pulsión de fluir, del mismo modo que el girasol persigue al sol, o la luna se desliza alrededor de la tierra.  Por eso encerrada entre estas cuatro paredes blancas bendigo esa música que vibrando en mis ingles me despierta. No es otra cosa que el relinchar de los ríos que me continúan galopando. Si la flor ha de mustiarse al menos que primero sus aguas se desboquen.  

miércoles, 3 de octubre de 2012

SUEÑO DE LA NOCHE DE VERANO

Imagen del blog HILL OF CARNATION




Llegaste haciendo escombros la oscuridad,  bajel de luz penetrando su palpitante y cálido sexo de olas negras. Tinieblas agónicas revolvían tus cabellos tratando de asir un único pensamiento de amor que gestar en su vientre. Cayendo al suelo con sus barrigas laxas al ritmo de tu manotear inconsciente,  deshojando al aproximarte la flor rendida de la noche. El corazón está más cerca de la mente de lo que se suele pensar, umbilicalmente unido al hemisferio del sueño. Es en la vigilia cuando nos desembarazamos de él, por eso persistimos en nombrar. Digo tus ojos como si en ese interregno verbal pudiera aprehender su color, su forma, el sesgar de lo vivo en su retina. Nombro tu boca como si al nombrarla pudiera articular el aire que se aspira, el sabor que se manifiesta, el beso que se graba. Digo viento como si trasladara mi aliento a la copa de ese árbol, e inaugurase el baile de sus ramas. Pronuncio mar como si al hacerlo pudiera abarcar entre mis brazos su devenir inabarcable, como si al ponerlos en cruz yo fuese la medida justa del horizonte. Y todo ello tratando de irrigarle sangre a esta mi indigencia: el  silencio. Pero durante el sueño el corazón bombea y se pronuncia. Y ese lenguaje que en posteriores hilachas examinaré como equívoco y delirante ha de ser tan manifiesto como el golpeteo de la lluvia en el cristal, tan legítimo como el inaudible  motor  de la raíz abriéndose paso a través de la tierra. Así que cuando en absoluta hegemonía mi corazón te llama, tú vienes aunque nadie haya dicho tu nombre. Y con tus dientes y uñas rasgas ese útero que me envuelve cada noche, y me arrancas del tronco que me florece y en el que algún día habré de secarme, antes de que una mano amorosa me recoja-ni  siquiera la tuya podrá. Ya no-.  A pesar de la  oscuridad conoces el lugar exacto que me oculta, porque fue en  esa misma  oscuridad en la que tiempo atrás me inseminaste, es esa  misma oscuridad la que me gestó, y también en ella me nací tantas y tantas veces. Y aunque no lo hablemos, ni lo argumentemos, y a veces lo obviemos, la oscuridad es tan afuera, pero también tan adentro. Y quizás por eso vienes hasta mí a arrojar en la noche interior de mi cuerpo las estrellas blancas que prenden en tu pubis, y así  compartir ese instante de luz mutua, de certeza momentánea, de prescindencia del lenguaje, puesto que todo lenguaje se vuelve accesorio cuando el que habla es el torrente de la sangre.