Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


lunes, 2 de julio de 2012

NATURALEZA DE MAR




ERES igual a ti,
y desigual, lo mismo
  que los azules 
del cielo

Juan Ramón Jimenez





Heme aquí
-al ecuador de mi vida-
mujer fragmentada,
despropósito
Un borrón tras otro 
en la carencia,
un hilván
Antesala de mí, atento al tocador 
con la bomba de mi cuerpo,
saltan por los aires los espejos
Mi faz vuela en esquirlas
que surcan con su filo el espacio
y me germino
Bandera enarbolada sin mástil
nadie trazó en mi mapa 
las fronteras
Como credenciales
piel de caleidoscopio,
voluntad de viento
Boceto
soy
Naturaleza de mar,
demuda mi ser
en el acaecer del cielo

viernes, 29 de junio de 2012

SUSTANCIA DE VIENTO




A Amanecer Nocturno porque este texto surgió de la siguiente entrada en su blog avecesnosolohaynegroenlosdiasciegos





Sabio el viento se elige ciego,
anteponiendo el ensueño del tacto
a la evidencia de la imagen
Ciego, confía su paso al lazarillo del corazón
e hincha con la sangre de cada capilar
la vela mayor
sin importar que tal gesto
irrigue destino a ninguna parte
Sabio el viento que orquesta el color del mundo en la caricia
a cuyo diapasón
enjarcia bajel de hojas doradas,
sombra vegetal de esas aves
que recogen con sus alas el telón azul del cielo
e inauguran la plúmbica escenografía del otoño
Dejo olvidadas mis pupilas
flotando en un vaso sobre la mesa de noche
y deletreo con los dedos la membrana
la rugosidad
la caída
de una de esas hojas que el viento vació del árbol
y que sustraigo amorosamente al aleteo de un libro de poemas
Taquigrafío lento
con la minuciosidad del que se sabe mapeando el alma de un pájaro
y, sustancia de viento,
poniendo en este tránsito de yemas
la piel del alma mía

miércoles, 27 de junio de 2012

PEQUEÑA (PER)VERSIÓN SOBRE ALICIA

Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton





Es tu sexo imantado
madriguera de Alicia,
me precipito a su blandura
corriendo tras el conejo blanco
Águilas de vértigo
picotean mis entrañas mientras caigo,
esquilmo ovejas de sueño
intentando a sus paredes sujetarme,
pues sueño es la materia
de la que está hecho
tu sexo-madriguera
-y así pesa-
Tras probar de tu galleta
me agiganto
y ya no encuentro de tu cuerpo la salida
El mundo afuera empequeñece
astillándose en mis oídos un último barrunto de su luz
y presuroso entra el conejo blanco a escena,
cometa extraviado en tu oscuridad sin relojes
se enfrenta a la inmensidad deshojando olvidos

Tu sexo-madriguera me escupe sin piedad
en plena mascarada de sábanas sudadas
Siento cómo mi ser se difumina
mientras en el aire batalla
la satisfecha y ronroneante sonrisa
de esa cabeza que perdí entre tus brazos,
legítima y tiránica reina de corazones
de este cuento

lunes, 25 de junio de 2012

DE LO EFÍMERO

Desconozco el autor de la imagen. La sustraje de este blog Isla-mariposas






Aquella vez que dije
al borde de la flor
mariposas vinieron
a revolver mi pelo
y flor
hicieron de mí
con un batir de alas

viernes, 22 de junio de 2012

PRONUNCIAMIENTOS





Voy hacia ti
a pronunciarme,
un rayo de luz
vendándome los ojos
y mi camisa mortuoria
sembrada de gusanos
Voy hacia ti
anticipado el espectro
que alguna vez seré,
la última sangre de mi flujo
oxidando el estigma entre mis piernas
Voy hacia ti
a despojarme la venda entre tus sombras
y que a tu tacto eclosione
mi crisálida mortuoria en mariposas,
y tirando de la seda sus alas me desnuden
Voy hacia ti
tras levantarme de la tumba como Lázaro
para ahogarme en las aguas consagradas de tu aljibe
y bautizarme como Ofelia entre tus flores,
el torrente de mi ciclo
turbará de mujer tu transparencia


En la orilla del ser
nuestro nombre se pronuncia
pero a menudo el ser
es la orilla más lejana

En tu pozo
orillo al ser
y me pronuncio

miércoles, 20 de junio de 2012

MUDANZAS


Urbano Lugris






Soy
ese pez que muda en mar
El acantilado late
al debate de mis olas
y es en mi sed
que la roca se respira

Soy
hilandera del aire
Al aspear
mis piernas cuajan vientos
y el sexo se me vuela:
hendidura del cielo
arropa infinitud entre sus alas

Soy
territorio de olvido,
y tu cuerpo cae al mío
roto en nadas

lunes, 18 de junio de 2012

FICCIONES

Al Sur Oceanía de Marina Anaya





Nos abatió furia de estrellas. Pertrechada en tu carne, no tuve miedo.

Mordí con avidez la flor de tu boca. Entre mis dientes sus pétalos derramaban un jugo esmaltado de espumas, que sabía a los bordados del alma. Sentí un vértigo de luz, y se me llenó la voz de pájaros recitando el soliloquio del amante. Orientaste tu cuerpo hacia la escucha: La piel dice allí donde no llega la palabra. Rumor de ojos que caen. Derribo del espacio. Arribamos a una ciudad que era pecado y sobornamos al perro vigía. Le dimos de comer nuestros corazones hervidos. Un viento auspiciador se enredó al agujero de mi pecho. “Hace cosquillas y en el cielo todavía rebuzna la luna”, dije. Con dedos hábiles deshiciste el nudo, y el viento se fue a otra parte, quizás a hacer nido en la garganta del diablo. Un violín tocaba en el agujero de tu pecho, agudo y transparente, como ese primer hilo de luz que siega la noche. En algún lugar unas contras batían contra el vacío de una ventana. Pensé en una mariposa agitando sus alas y el diálogo se nos llenó de contras voladoras. Vimos de paseo a un velocípedo que no nos pareció otra cosa que un gran insecto metálico. “En él te llevaré a ningún lugar”-exclamaste. “A ningún lugar en un tiempo que ya fue”-completé la frase. Somos de aquellos seres que derriban la noche a gritos. Toda noche es un dintel. Recogíamos los gritos del suelo, y los arrojábamos contra ella. Pero antes poníamos cuidado en mondarlos. Aquellos gritos sin piel se aplastaban como moscas contra la puerta cerrada, y su sangre resbalaba por su rostro como un llanto. Lloramos. Lloramos por la vida efímera de la flor que restituye más belleza a este mundo que la suma de las largas vidas de muchos hombres. Llorábamos sobre todo por nosotros, nada más que dos almas mendicantes en pos de esa belleza de la flor. Vino el perro vigía y nos lamió las lágrimas de las mejillas. Cayó muerto en el acto. Nos miramos con desconfianza, en el fondo nos preguntábamos si habría muerto a causa de nuestras lágrimas o si alguno de nuestros dos corazones estaría envenenado. La duda nos abatió un instante, pero lo tomaste en brazos y recorrimos las calles en busca de un veterinario que le practicara la autopsia al perro vigía. Al cadáver le caía la lengua fuera, como repitiendo aquel último gesto de lamer. Sugerí que quizás todos estaríamos condenados a repetir eternamente nuestro último gesto. “No lo sé-dijiste-, pero en ese caso hoy elijo que mi último gesto sea mirarte”. Soñé con vivir eternamente congelada en tu retina, y sonreí. Por fin en el Barrio del Farolillo encontramos al veterinario. Sin ceremonias abrió al perro ante nosotros, sobre una triste mesa metálica. Inspeccionó su interior con el instrumental, mientras nosotros nos distraíamos observando multitud de botes llenos de un líquido amarillento en el que flotaban órganos o tejidos de animales. Hubiese querido llevarme uno de aquellos botes a casa, ponerlo cerca de la ventana para que le diese el sol, y observar su interior durante horas, fingiendo que allí nadaba un pez. Le pondría el nombre de Aníbal y acabaría por tomarle cariño, aunque allí no flotara otra cosa distinta al riñón de un gato. Mientras esto pensaba vi tu reflejo ofreciéndole a hurtadillas un fajo de billetes al veterinario. Él los tomó con gesto impasible, y continuó descendiendo acantilados rojos entre las tripas del perro vigía. Volviste a mi lado y comenzaste a hablarme del único viaje que hicimos juntos a la playa. Yo lucía vestido blanco y sombrilla, tú aquel traje de verano a rayas azules. Y de repente arreció un viento que le levantó las faldas a las olas. Mi sombrilla se marchó volando y cayó sobre el mar, a unos cuantos metros de la orilla. Te sacaste los zapatos para disputársela al agua, pero te detuve con un gesto. “Déjala, parece que quiere viajar”-dije. A veces, cuando el tedio nos invade, nos gusta hablar de la sombrilla navegante, e imaginar los lugares que habrá visitado hasta el día de hoy. Ninguno de los dos parece barajar la posibilidad de que al llenarse de agua la sombrilla haya descendido por la tráquea del océano. Sin embargo, cuando estoy sola, me gusta recrearme visualizando el fondo marino donde ahora morará. Algún pulpo ovillado sobre la tela, o los organismos que se le incrustan, como si el océano fuera ganando terreno en el alma de la sombrilla, hasta convertirla en otro elemento natural del paisaje marino. Irrumpió el veterinario para sugerir que nos aproximáramos a la mesa donde yacían los restos del perro vigía. Y con el bisturí nos mostró un corazón que parecía congestionado-como el pájaro que despistado se aplasta de muerte contra el cristal, pensé-pronunciando una única pero elocuente palabra “infarto”. Entonces comprendí el significado de aquel dinero que deslizaste furtivamente entre las manos del veterinario. Y me maravillé al pensar que a veces el mayor acto de amor puede reducirse a una mentira, aquélla que sirva para sostener la ficción de amarse. Y en ese instante fue cuando el alba sacudió las ventanas, mientras yo me preguntaba si tú, cuando estás solo, también te imaginas a nuestra sombrilla, agazapada en el fondo del mar mientras a su alrededor los peces bailan.