Imagen sustraída de la red. Desconozco autor.
He de ser yo, pero hoy llueve puro amor en las calles. Hace
calor y el cielo nos sonríe gotas frescas sobre la cara. Me regenero victoriosa
como la flor a la que le faltaba un milímetro de sequedad para mustiarse. De igual modo mis labios inánimes recuperan
el color a cada pincelada de tu saliva. A veces parece que vivimos en un mundo
de ocres, o de grises, y existen casos de personas que se constituyen en un
mundo de sepias. No hay cosa que me cause mayor melancolía que la gente
sepia. Y es curioso, porque de vez en cuando
me planteo si la gente sepia en realidad lamentará su situación. Seguramente el
hecho de mencionarles esa tristeza que me invade al verles despertaría su
hilaridad, y quizás alguna que otra impertinencia. Pero cuando me los encuentro
yo sólo deseo que caiga una lluvia como esta de hoy y les dé brillo con su vivo
barniz. Del mismo modo tonto con el que acostumbro a dejar caer alguna pregunta
de la que no busco respuesta, te cuestiono: ¿qué es lo que la gente teme del
agua? Para quitarles el miedo podría escribir que cuando llueve los árboles del
cielo se despojan de sus hojas. Gritar que cada charco es la piel del
firmamento que se escama. O definir las gotas que golpean el cristal como la
luz de las estrellas lejanas, condensada y líquida. Las veo brillar sobre tu pelo
y es como si te hubiese coronado una galaxia. A veces también me gusta pensar
que esta lluvia que cae llegó hasta mí atravesando océanos, y tiene su origen
en lugares lejanos. Quizás esta lluvia que me moja es la misma que hace un
tiempo despertó de su sueño a las flores rezagadas en el balcón de mi amiga. O
si me apuras quizás es la misma que hace unos días se deslizaba por la nuca del
hombre del sueño, y en este preciso momento sobre mi piel prolonga una caricia
que se augura más allá del tiempo y de la distancia. Lo que quiero decir-si es
que quiero decir algo, porque sencillamente lo único que estoy haciendo es
tirar y tirar de uno de esos hilos que a veces cuelgan del aire-es que esta
lluvia es puro amor, y que bajo sus húmedas enaguas se circunscriben de igual
modo árboles, hombres, gatos y mares. Y
ante mis ojos y en ella veo renovarse ese mundo que a veces es ocre, otras
gris, y, lamentablemente, de vez en cuando sepia. Y como por milagro todo es de un intenso y
vívido color lluvia. Y, de un modo extraño, todo “es” más…