Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


jueves, 5 de enero de 2012

SOBRE PLANOS INCLINADOS






Cuando al fin llegas, el plano de mi mundo se inclina. Esto se debe fundamentalmente al peso de tu presencia en él-no, no te estoy diciendo gordo-. Ocurre entonces que las aves se desorientan en su vuelo. Pero ellas no me preocupan, porque enseguida componen un nuevo rumbo, a medida de sus nuevas circunstancias. No en vano tienen alas, y se adaptan a los múltiples medios. No sucede lo mismo con el resto de las cosas. Previamente he tenido que clavar el océano en su cuenca. Lo cual me ha valido la antipatía de las olas, pues todos sabemos lo que les gusta saltar, y hacer cabriolas. Todo esto lo hago no sin pesar, pero temo que de tanto que se inclina el mundo, el océano resbale hacia tu orilla, y termine por anegarte. Y eso es algo que no puedo permitir. Así que no te extrañe si algún día alguien te dice que por ti he esclavizado a las olas. O que te echen en cara la lástima que dan de tan tristes que asoman por entre los barrotes de su jaula. Luego está el tema de las flores, pues las pobres andan todo el día con la cabeza ladeada, y de esta guisa no pueden absorber toda la luz del sol, lo cual ralentiza el proceso de la fotosíntesis. Por eso he tenido que apuntalarlas con ramitas de árboles que he encontrado rotas ,sobre la hierba, durante mis caminatas por el bosque en el que nos amamos durante mi sueño. Al bosque he ido a capturar el rumor de las hojas de los robles que murmuraban sobre nuestras cabezas, mientras nos abrazábamos. Quería meterlo en una cajita, y regalártelo, y dejar salir su música al encuentro del beso. Sin embargo tras varios intentos frustrados he aprendido que el rumor de las hojas de los árboles es incapturable, y si uno lo guarda en una cajita es como ahogarlo en el silencio. El rumor de las hojas de los árboles sólo “es” en libertad. Mira tú, ha de pasarle lo mismo que al amor…
Con ayuda de unos piolines he atado a los gatos a sus tejados, y a los perros a sus dueños, y a los dueños a sus paseos. También he atado a parejas de hombres y mujeres, de mujeres y mujeres, de hombres y hombres, que hacían el amor-bueno, no todas eran parejas…-. Porque pienso que en el amor siempre podrán sostenerse.  He atado a los niños solitarios a sus amigos imaginarios. Porque nadie estará solo mientras conserve la imaginación. A los niños inquietos los he atado a los libros de aventuras. Porque no existe mayor movilidad que la de un libro. He atado el café a las tazas, las tazas del café a las mesas, a las mesas no las he atado porque pienso que les gustará bailar la próxima vez que el plano del mundo se incline. Y así lo he hecho con cada una de las cosas. Pero cuando por fin todo estuvo más que atado, le pedí a un árbol que pasara la última cuerda que me quedaba, alrededor de su tronco y en torno a mis ramas. Y le advertí que atara bien fuerte. Pero esto último debió ser provocado por la fiebre atadora que se posesionó de mí y que ha debido trastornarme. Porque si cada vez que apareces el mundo se inclina hacia ti, sólo sería cuestión de tiempo que yo me deslizara, por fin, hasta tus brazos. Y sin embargo-ya ves- estoy aquí, cual rostro pálido atada a un árbol.
Ven a mí, ven, amado piel roja-¿qué más da que el plano del mundo se incline?-ven , ven y desátame, y anúdame a ti. Y después desatemos las cosas, y que comience el baile...


miércoles, 4 de enero de 2012

PARA TI, AHORA Y SIEMPRE, TODOS MIS POEMAS TONTOS

Isabel Muñoz de la serie El Imperio de los Sentidos



Pienso
pájaros negros y brillantes
goteando
en mi sexo
Pienso
arquitecturas de caricias
olvidos en tu carne



Isabel Muñoz




Anclemos el amor al pecho
para que ni viento
ni agua lo arrastren
Y si el futuro conjuga un huracán
atemos los cabos
de nuestras cinturas
e ícenos
el amor
hasta los cielos


 


Voy
al encuentro
de un punto en el horizonte
sé que no habré de llegar
pero aun así
voy








Isabel Muñoz de la serie El Imperio de los Sentidos



Isabel Muñoz de la serie El Imperio de los Sentidos



Si mi corazón hablara
lo haría con la voz del viento
si lo hiciera mi carne
al caer la noche
aullaría
Y en el lecho vacío
-desnuda-
se conjugan
en un rumor
de hojas secas

martes, 3 de enero de 2012

¿CUÁNTO EXISTE DE PÉRDIDA EN LA ENTREGA?

Desconozco el autor de la imagen





Y todo aquel que dude
del premio inherente a la entrega
debería dudar también
del goce en la caricia,
nada sabrá
de pájaros revoloteando su alma,
e ignorará 
la quemadura
del poema en la lengua


jueves, 29 de diciembre de 2011

ESTO NO ES UN POEMA, ES UNA PETICIÓN

Quiero que te toques mientras me lees
entonces mi mano es esa mano que te toca
mientras yo escribo
Que tu miembro crezca al avance del texto
sentir tu mar de sangre concentrándose en él
la dureza rotunda de tu polla
Ahora te quiero de pie
para arrodillarme ante ti
y abriendo mi boca comprobar
hasta dónde llega tu sexo en mi garganta
-ahogarme de tu sexo-
saborear la sal de tu alma bajo la fina y tersa piel
recorrer despacio con mi lengua
-suave cosquilla-
desde la punta hasta la raiz
agarrarme a tus carnosas nalgas
mientras balanceo tu sexo entre mis labios
y con un dedo juguetón
tantear el agujero oscuro que existe entre ellas
y permitir de cuando en vez
que profundice en él envuelto en mi saliva
Quiero que sientas que te flaquean las piernas
y te agarres a  mi pelo
y que tires de él
hasta hacerme daño
quiero oir tus jadeos desde mi abismo
allí donde aprieto
y muerdo
y lamo tu sexo
Quiero que pidas clemencia
para no otorgártela
y demorarme más y más
Y cuando vayas a correrte
ralentizar el ritmo
y eternizar la explosión
Torturarte de a poquito
hasta el límite de nuestras fuerzas
hasta que por fin me rendiré
y permitiré que tu sexo reviente en el orgasmo
y tu leche hirviendo se derrame por mi lengua
Quiero que tú también te rindas
y caigas de rodillas a mi infierno
y tomes mi rostro entre tus manos
y me beses
y pruebes tu semen de mi boca....

miércoles, 28 de diciembre de 2011

CORAZÓN LANCEADO

Imagen Paolo Franco Orlando






Aquí está
mi corazón
despellejado de amor
desnudo
de esa piel que lo recubre
y contiene
-corazón
temblor
se derrama-
Ahora
cae
hacia mi índice
ese que te elige
y dibuja
-lento-
tu boca
en el aire
Ahora late
en la pulpa de mis labios
aquéllos
que beben tu cuerpo
a pequeños sorbos
del cuenco que te contiene
y del que a veces
-en lo feliz-
te desbordas
En la punta de mi lengua
que barniza
tu piel
con mares de saliva
rescatando tu playa
de la perenne orfandad
En el botón
de la flor
que en mi pecho
se abre
a la calidez de ese sol
que tu mano habita
Anclado en la costilla
sobre la que reposa
tu cabeza,
hueso mío
que con tu sueño,
sueña
En la mirada que lanzo
como cebo hacia ti
y que fácil
te anuda
a mi desnudez gimiente
y despoblada de estrellas
Corazón
palpita
en la humedad
e intemperie
de mi sexo
y se desloma
y cae al silencio,
exánime
Hasta la invasión
de tus escuadrones
que a lanzazos
de nuevo le dan cuerda

lunes, 26 de diciembre de 2011

ESTE AMOR...

 
Imagen: In the mood for love







Lumbre
de todos mis soles
y a la vez,
oscuridad oblicua
Aquélla
de la que en un tiempo
se desprendió mi estrella,
la que es arrimo
y escucha
Tan difícil hallar la palabra
de la que beba
esta sed,
un espacio de piel
que acalle
el temblor del cuerpo,
el trauma del corazón
Mi carne,
estampida en corceles blancos,
arritmia del aire,
abrevadero para pájaros
Decirte
que un poema
carcome mi boca
y mis ojos
brotaron de una lágrima
Ir el uno hacia el otro
será un ahogarse de pies en el fango,
un convivir fauces de lobos,
despellejarse
los codos y las rodillas
del alma,
quebrarse el cuello auscultando
un cielo
que nos acoja a los dos
Condenados 
a ser
uno en la lluvia
en el maullido del viento
en la mudez que es
filo
y esquirla en la raíz de la lengua
Apenas nunca el rostro del otro
ante los ojos
Citarnos
en el ataúd del párpado
o en la marea caprichosa del sueño
-y esto último, sólo yo....-



jueves, 22 de diciembre de 2011

EL PÁJARO DEL CORAZÓN





Un día ella sintió cómo se abrían de par en par las contras de su pecho. Penetró una ráfaga de luz hasta su corazón y el pájaro que allí anidaba se proyectó en catapulta hacia el cielo. La miró por última vez con sus dos ojillos palpitantes. Dibujó en su vuelo una flor de despedida, y se alejó deslizándose en una brisa. A ella todo aquello le sorprendió mucho, pues como la mayoría de la gente desconocía que hay un pájaro enjaulado habitando el corazón humano.

A los pocos días, percibió la dulzura de un trinar elevándose desde su pecho. Esto la sorprendió más todavía, porque el pájaro nunca había cantado antes, y era curioso que por fin lo escuchara cuando ya no estaba. A veces, durante el invierno, sentía su corazón abrasarse, como si alguien hubiese prendido en él una hoguera. Su corazón sudaba, y temía que si aquello continuaba acabara por derretirse. Y en ocasiones, durante el verano, se estremecía de frío. En aquellas ocasiones ella se compadecía de aquel corazón a la intemperie. Incluso la lluvia caía sobre él en los días despejados, rebosándolo y ahogando todos los bichitos de su cuerpo. Amanecía en su corazón cuando caía la noche. Y lo sentía dormitar al rayar el alba. Era como si su corazón la anclara a otra realidad. Se le ocurrió que quizás la anclara a la realidad de un sueño.

En un comienzo vivir así le resultaba extraño. Pero con el tiempo empezó a felicitarse de las alegrías inmotivadas, los brincos imprevisibles de su pecho. Otras veces se sentía invadida por la melancolía, o una tristeza dulce, que curiosamente le hacía percibir menos árida la propia soledad. 

Al cabo de un año, le pareció que en su corazón giraba una flecha, que muchas veces pendulaba, y otras apuntaba en una dirección insistentemente. Hasta que al fin decidió preparar una maleta con las pocas cosas que le resultaban imprescindibles, y se fue en busca de aquel lugar al que señalaba la brújula del corazón. Viajó, y viajó, observando las ruta de las aves migratorias-pues le pareció que lo más lógico para encontrar la avecilla de su corazón era dirigirse por los senderos invisibles del aire, que sólo los pájaros conocen-. Y se embarcó en un buque que la llevó a los confines del mundo.

Una tarde de invierno, en la que a pesar del frío le resultaba delicioso estar al sol bajo el cielo límpido, se sentó a leer en uno de los bancos de un parque chiquitito, de la capital de un país que hasta entonces sólo había sido un dibujo en un mapa para ella. Pertrechada  en su anorak y en el vuelo de las hojas. Se distraía fácilmente, y con frecuencia arrancaba sus ojos del libro, para sentir el temblor de la brisa, u observar la danza de los árboles. En uno de estos escarceos su mirada topó con un hombre joven, que montaba una bicicleta, silbando una canción. Hasta más tarde no se percató que precisamente esa canción que el hombre silbaba había sido el motivo por el que había levantado los ojos del libro, en ese preciso momento. Pero enseguida su atención fue captada por algo que parecía moverse sobre el hombro del hombre. Como un resorte se levantó del banco, y sin pensar en lo que hacía se dirigió hacia él. Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo apreciar que aquello que se movía sobre su hombro era un pájaro que acompañaba con su trino aquel silbar que tan familiar le había resultado. Un pájaro que sorprendentemente tenía el tamaño y el plumaje de aquel que  algún día había partido de su corazón, y que al observar su presencia a través de aquellos palpitantes ojos, alzó el vuelo y se arrojó en picado sobre su pecho, que una vez más abrió de par en par sus contras. Y el pájaro de nuevo anidó en él. 

El hombre de la bicicleta la miró sin aparentar sorpresa. Había en su mirada una ráfaga de luz que floreció una sonrisa en la boca de ella. Y en ese preciso instante, los pájaros de sus dos corazones, elevaron la voz en un mismo canto.