Imagen: Chema Madoz
Al Hombre más feliz del mundo
Es tan ínfimo
el cuenco que forma con sus manos
que en él apenas cabe
el arrullo de un pájaro
o una hebra de viento
En ocasiones,
la noche perfila sobre ellas
un pellizco de estrella,
o empalidecen
aquietadas de suspiro y luna
En sus manos se ahueca
la pluma de un pavo real
el poso de un sueño
el jirón de niebla…
Claro que todo esto
pueden parecer cosas vanas
frente al pan y las lágrimas….
Sin embargo,
yo siento
que el cuenco de sus manos
es la medida del mundo,
y admiro
como sobre ellas
se deja caer
(con la majestad lenta de una hoja seca)
un único latido de su corazón
ofrenda,
lentejuela,
voluta
de la vida que se abrasa
Manos milagro
poesía
aliento
Toda la sal del océano
contrayéndose
en una única gota de agua