Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


domingo, 16 de octubre de 2011

DESPERTARES I, II Y III

Imagen Lyllia Cornelli






Darse de bruces con el día
a la manera de la flor,
palpitantes de tembloroso rocío…




En la gota de rocío
se destila la noche,
cuajada de líquidos sueños
Al posarse sobre ella
en nuestros ojos reverbera
un destello de desterrada infancia




Al amanecer
se evaporó sobre mi piel
cual gota de rocío

EL HOMBRE EN LA VENTANA

El hombre observa desde la ventana, su mirada cae como un ave rapaz sobre los transeúntes, sus desprevenidas presas. Las piernas ligeramente abiertas, en actitud afirmativa. Todo su cuerpo es un “SÍ”, mayúsculo y sin interrogantes. No se esconde tras las cortinas, sino que las ha recogido, como si fueran el telón de un escenario, y recién hubiera comenzado la función. Ahora se pregunta de qué lado se encuentra el espectador y dónde el actor. ¿Acaso entre aquellos que caminan no existen muchos que lo hacen cómo si fueran meros espectadores de su propia vida? O quizás no sean más que actores siguiendo los dictados de un guión ya definido. Sin demasiado margen para la improvisación. Desde su posición casi se siente como el director de aquella obra, o mejor, un dios que sostiene entre las manos los hilos del absurdo guiñol que es su creación. Por un momento lo comprende, los humanos han de ser tan pequeños a sus ojos que no es de extrañar que apenas repare en ellos. Allí mismo, para él es evidente la insignificancia de ese hombre que ahora camina embutido en su Armani, con un móvil pegado a la oreja al que no para de chillarle órdenes. Condenado a repetir esa misma escena cada día, pero creyendo ciegamente en un simulacro de libre albedrío. ¿Sustancialmente qué le diferencia de aquel otro que con su mono de trabajo, se dirige presto al cambio de turno en la fábrica? A los ojos del mundo la calidad de su traje y la tecnología de su teléfono elevan al primero sobre el segundo. A los ojos del hombre de la ventana, imbuido de la majestad de un dios, ambos hombres son igualmente peones en un juego en el que cada movimiento es repetición del anterior. Creándose una falsa sensación de desplazamiento en el que nadie avanza. En realidad poco habría importado que el hombre se hubiera quedado anclado en las cavernas. Esencialmente es el mismo. La supuesta sofisticación de su civilización es un señuelo, la puesta en escena de un plan de marketing bien trazado. Basta con poner un foco iluminando las zonas oscuras, para dejar expuesto el decorado de cartón piedra. La vida, siempre escondida tras bastidores. Sólo cuando el hombre de la ventana presiona el interruptor del pequeño mando que tiene entre sus manos, y los vehículos en los que estratégicamente ha colocado los explosivos saltan por los aires, la vida parece pasar a un primer plano. Porque es ante la presencia de la muerte cuando la vida fluye con mayor intensidad por nuestras venas, y el cuerpo nos tiembla de amor y deseo de agarrarnos al mundo. Nuestro instinto de supervivencia clama por sexo y goce. Aquel hombre que corre por el asfalto, hasta que topa con una joven a la que ayuda a levantarse del suelo, sólo piensa en agarrarla y llevársela a la cama. En estos momentos siente un irrefrenable deseo de sodomizarla. Y no es que él sea uno de esos hombres que se entrega de un modo salvaje al placer carnal, sus encuentros sexuales suelen ser programados y bastante asépticos. Pero el tigre dormido en su pecho ruge libre, y mientras ambos huyen, el cuerpo de ella apretado confiadamente al de él-su salvador, su caballero andante- a través del campo de batalla, él sólo piensa en tomarla en la intimidad de cualquier callejón, aunque haya de ser por la fuerza. Sintiendo a cada paso el imperioso latir de una erección, su pene desplegándose rotundo, la carga de semen dispuesta para dispararse en ese agujero de bala que es el origen mismo de la vida, la implacable cavidad oscura de la mujer. Apenas tiene tiempo para mirar a la ventana vacía del quinto piso, y recordar la imprescindible necesidad de deshacerse lo antes posible del mando a distancia que todavía guarda en el bolsillo. Sobre el suelo sus ojos se topan con el cadáver del ejecutivo, que casualmente ha ido a parar junto al del hombre del mono. Como ratificando esa idea previa de que sustancialmente son el mismo el hombre. Ante esta visión la joven se aprieta con más fuerza a su cuerpo. Su piel escuece sobre la suya, su olor envenena el aire que inhalan sus pulmones. Por última vez contempla aquel horror henchido de satisfacción ante la perfecta puesta en escena. Siente deseos de mostrárselo y con actitud seductora decirle “nena, todo esto ha sido por ti. Este es el sacrificio que se merece tu cuerpo”. Pero claro está, no lo hace. Tal vez más tarde, sobre la cama, su voz a través del humo de un cigarro ondeando como la bandera de su victoria. Momentos antes de quebrar aquel precioso cuello blanco en el que de modo perfecto se transparenta el latido de una vena. “He ahí la vida en primer plano”, piensa…

sábado, 15 de octubre de 2011

POR ESTA NOCHE

El abrazo. Ingrid Tusell







Contuve con mis manos
la yema de una caricia,
compacta de temblorosa espera
Ya revienta en fréneticos meandros
que desembocan al delta de tu piel
(La carne fluvial)

Retuve entre mis dientes
la efervescencia de un beso
Ya su enagua de pétalos rojos
chapotea en insurgentes olas
el océano inmisericorde de tu boca
(El cuerpo a mares)

Amigo,
a la vida mendigo esta única noche
Con el paño tejido entre nuestras pieles
borraremos hasta la última de las estrellas,
para que de tan oscura
el día extravíe el camino en su regreso al cielo
y el canto se coagule en la garganta del gallo
Noche insomne sobre el lecho de tu espalda
Noche tapizada de nuestros vellos
Noche borracha de humedades
y senderos de uñas clavadas
en ornamentos funerarios
Noche en ristra de gemidos,
ensartada con las aristas de nuestros cuerpos
Noche estigia,
peregrina de pequeñas muertes


viernes, 14 de octubre de 2011

MUJER EN LA VENTANA

La imagen la encontré en la red. Desconozco el autor





Mi cuerpo
un tajo de luz en la noche
(Efigie de mujer asaetando la ventana)
Escupo estrellas
que se incrustan a la tiara del cielo
A mis espaldas
él
dándose de bruces con el sueño
(Negro sobre negro dormido)
Únicamente una flor roja revienta en su boca
Puedo saborear la sangre del labio que late,
el aliento cual gota de rocío
Pero lo olvido
y busco en la oscuridad
un motivo para no desfragmentar el mundo
Todo parece frágil vidrio en el regazo de estas manos,
o se dirían pequeñas figuras de papel
a las que podríamos reducir a cenizas
con la lumbre de uno de nuestros besos
Pero ese pensamiento se evapora con la visión de la luna
Y sé
que ya es tarde para nosotros
Sobre el alfeizar
la vida se culmina en el salto del ángel
Con las alas extendidas
mi cuerpo de harina se aplasta contra el asfalto
Un último grito rasga la membrana de su sueño
y desde la ventana del cuarto piso
contempla como sobre el pavimento negro
he acuñado la blanca cruz de su moneda
Un único río rojo mana de mi boca
y mentalmente hace apuestas sobre si  alcanzará la alcantarilla
a pocos centímetros de distancia
No hemos de creer que es frivolidad
Lo hace por no pensar
en el sabor de la sangre del labio que ha dejado de latir


miércoles, 12 de octubre de 2011

EL CUERPO DEL LIBRO

Manolo Gallardo: Onanismo Angelical





Llegaste a mí  como una pluma callejeando en la brisa
y con mucho tacto
te guardé entre los pliegues de mi cuerpo,
como quien guarda la pluma
entre las hojas de un libro que le gusta
Ahora
en la cama vacía
desnuda entre lúbricas sábanas
me hojeo
Mis dedos se deslizan por el lomo y las cubiertas
hasta el dobladillo
(y con ellos descoso la bastilla)
Las páginas
se encrespan
(mi líquido cuerpo se escupe en olas)
y se agitan en un vértigo de pájaros blancos
Vuelvo a encontrarte
entre las asonancias de un poema
que recito en el envés de la noche solitaria

martes, 11 de octubre de 2011

NOCHE DE RONDA

For Schiele by Katerina Belkina





Cargar con el peso de tu corazón en mi pecho
y que cada uno de tus latidos me deslome
Que la furia de tu sangre me abra las venas
Que tus heridas caigan en lluvia de estigmas sobre mi cuerpo
Que se me derramen los ojos por tu piel
en un mar de hojas secas








Conjúgame a mordiscos
Haz de esta noche un epitafio
Borra mi sexo de remotos amantes

Yo te bautizaré
en las aguas de mi cuerpo
Y al gritar tu nombre
un océano de pájaros negros
anegará el cielo con sus alas
y el sol nadará en el olvido

Sólo cuando me lo pidas
auparé el día hasta la ventana
y tal como viniste
te dejaré partir…







Te armo y te desarmo con palabras
hasta que te vuelvo poema
Y en él hallo el cáliz de tu cuerpo
y sus liturgias



lunes, 10 de octubre de 2011

PIEL EN TRES CARICIAS

Imágenes: Sarah Folkman




Tu piel
es la deriva
del mar sin etiquetas de mi cuerpo
Su tacto                  
el evanescente deambular de una nube
que se esfuma entre mis manos de cielo
(Toda caricia es tan en los bordes. Tan desde las antípodas….)
Su fiebre
la ciénaga a la que van a enterrarse mis besos
Su estremecer
la cuerda floja que mis pies tañen sobre el abismo
Su humedad
las escamas con las que improviso un disfraz de (en)cantadora sirena


Todo es piel
en el redil de esta noche
(Apenas se escucha el balido de las estrellas)
Todo es piel que miente
y se vive caleidoscopio entre las sábanas
martilleando figuras de luces y sombras
como estampas que cuelgan de la cama
Piel hecatombe
Piel altar
Sobre ella sacrificamos los cien bueyes del yo
por la inconsistente sustancia del nosotros
Para más tarde
en silencio
cada uno regresar a su carne
con el rostro acuñado por la derrota
 


Pero antes de que nos desgajemos
ponle clavos a esta última caricia
en las antípodas yemas de mis dedos