Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


lunes, 22 de agosto de 2011

CENIZAS

Ilustración: Manuel Martínez Ortiz




El amor ya no me arropa

Durante el sueño
las mantas se desprenden del lecho
blandamente
y el frío se abate sobre mí
con el filo acerado de una estrella

Giro sobre mi eje
buscando el calor de tu cuerpo
pero tú no estás

En una noche de borrasca
olvidaste el camino de regreso
Salí a buscarte
con los hombros desnudos
y la falda arremangada
En mis pies
no más que unas tristes sandalias

Me enterré en el barro hasta las ingles
Empapada
con la última lumbre de mi amor
le prendí fuego al corazón
e hice de él un faro
para orientarte
en tu navegar por el océano de fango

Al día siguiente
el sol desde su trono
GRITÓ
que ya no volverías
La postrera llama
se dejó morir en mi pecho
Y del amor
y el corazón
no me quedó otra cosa
que un puñado de cenizas

Sé que he de dejarlas cabalgar
a horcajadas del viento
Tan solo aguardo a que pase por mi puerta

Quizás…
Mañana




Adoro las conexiones transoceánicas. Hoy Miriam publicó en una entrada la foto perfecta para este poema...

viernes, 19 de agosto de 2011

SIMONE Y JEAN PAUL


Por cierto, esta era la portada del libro. Así que las letras sí eran rojas...





No soy de ese tipo de personas que suelen evocar el pasado(creo que esto hace años no era así. Solía identificar perfectamente las semanas, y los momentos cruciales de mi vida, y esto sólo era posible si una se pasa mucho tiempo separando las hebras de la madeja que conforman. Como si de ubicar las piezas de un ábaco se tratara….), ni siquiera para hacer balance de “mi tiempo”. Tampoco es que viva de cara el futuro, porque me resulta absurdo dotar de sustancia (y pensamiento) aquello que está por venir. No tengo ni idea de qué va a desear mi “yo” cuando el futuro se torne presente, así que prefiero concederle esa libertad que deviene de toda imprecisión. Y tampoco quiero que mi “yo” futuro se vea limitado por las concepciones de las que pueda dotarle un “yo “ presente, incompleto (no es que mi  “yo” futuro vaya a serlo. Pero en todo caso será el “yo” que se corresponde con ese tiempo) y demasiado ocioso.  Entonces debería quedarme el presente, pero ni por esas. Muchas veces siento que ni siquiera tengo los pies bien asentados en el momento, y la vida pasa,  y yo continúo montada en el vagón de un tren, como un viajero que ni piensa, ni le da importancia al viaje, lo único que le llama la atención es toda esa serie de estaciones minúsculas, que otea desde la ventana y la lejanía, y que van ganando tamaño a medida que la locomotora se aproxima. Hasta que finalmente la estación es la ventana. Me rasco la cabeza y comienzo a ubicar mis maletas en el compartimento superior, donde los pasajeros almacenamos el equipaje. Y tras hacer ademán de levantarme, el pitido del tren que se pone en marcha me sienta de nuevo, y me deleito contemplando como la estación que era una ventana, se va empequeñeciendo a medida que nos alejamos. Y la ventana vuelve a ser ventana con todo un mundo inventándose ahí fuera.
Todo esto que he escrito-que no deja de ser una mera quebrada de pensamientos escritos a bote pronto-no me exime de que a veces el pasado se me eche encima. A todos nos pasa. Ninguno es lo suficientemente rápido en la carrera como para que todo lo vivido se quede siempre atrás. Hay instantes que se desembarazan de la cadena del suceso y desembarcan en el presente con la misma rotundidad e ímpetu con el que se dieron cuando les tocó el turno. A veces es un olor el que los lleva sujeto a sus riendas. Otras es el arrastrarse de una brisa por tu cuerpo. El crujido de la madera bajo tus pies. O un lugar que se viste de cierta luz…..El caso es que esto ocurre. A todos nos ocurre, creo. Y entonces aquella que fui confluye con aquella que soy. Y soy consciente de la plenitud de lo vivido, y de la maleabilidad del tiempo.
El caso es que hoy me ha ocurrido eso, y debería haberlo intuido. Porque parece que esos momentos van precedidos de signos, incluso mucho antes de que los agarre del cogote esa mano que los sustrae de su tiempo. El libro que estoy leyendo, un comentario que alguien hace en un blog,…pero de repente leo una entrada en otro blog de los que soy asidua, y Zas!!!
Fue en Compostela. A los pocos meses de comenzar el primer curso. Caminaba yo por la Rúa Nova de Abaixo, cuando me encontré delante de una librería. Aunque debía de llevar muy pocos meses abierta, por fuera mostraba un aspecto clásico y acogedor. Como de sentirse en el lugar que desde siempre a uno corresponde. Lo que quiero decir es que no se parecía en nada a uno de esos supermercados de libros con los que poco a poco van copando nuestras calles las grandes cadenas, desplazando a las librerías y al librero de toda la vida. Tenía un gran recibidor de madera, sobre el que los pasos sonaban con un golpe seco, y uno casi se imaginaba ascendiendo hacia sí una dorada nube de polvo. Aquel recibidor era exterior (una especie de porche, adyacente a la parte delantera de la librería), y tenía a ambos lados dos grandes escaparates de cristal. Me estuve un buen rato mirando los libros. Es sorprendente lo hermosos que son en actualidad los libros por fuera. Lo atrayentes y seductoras que son sus tapas, sus ilustraciones, e incluso las fundas protectoras. Como si el valor de los mismo no residiera imperativamente en el contenido. O como si ese valor tuviera que evidenciarse ya desde la cubierta. Pero yo como soy un poco boba, y adoro lo bello, me quedo atrapada por la luminosidad del envoltorio, como si de una sala de exposiciones, con sus cuadros desnudos (únicamente vestidos de luz), se tratara. Pues lo que digo, estuve un buen rato mirando embobada, y analizando la temática y los autores que allí se me ofrecían. Me congratulé de no encontrar entre ellos los típicos best sellers ni autores superventas. Pronto me percaté que uno de los escaparates estaba invadido por libros escritos por mujeres. Con títulos y autoras marcadamente feminista. Entonces fue cuando miré hacia la entrada y vi sobre la puerta el nombre de la librería: María Balteira. María Balteira, para quien no lo sepa, era el nombre de una “soldadeira” gallega, la más famosa. Las “soldadeiras” eran mujeres que acompañaban a los ejércitos en sus desplazamientos para entretenerlos cantando y bailando, y a cambio recibían como pago una “soldada”(de ahí su nombre). Como digo, María Balteira, fue la más famosa de todas. Muy apreciada entre la soldadesca por su belleza y habilidades, fue también muy denostada por una vida demasiado “licenciosa” para la época. Se conservan varias “cantigas de escarnio” de las que es protagonista. Entre los que escribieron sobre ella se encuentra Alfonso X. Se la acusaba entre otras cosas de jugar a los dados y hacer trampas. También la consideraban culpable de yacer tanto con clérigos como con seglares. Por todo esto no es de extrañar que sea un personaje representativo para el feminismo gallego.
Pero a lo que iba….Me encontraba yo llenándome los ojos con los libros esparcidos por aquel escaparate, cuando de pronto me topé con el libro que-yo sin saberlo- me esperaba aquella mañana. Era un libro de tamaño mediano, más bien grande, y bastante grosor. Tenía las tapas blancas, y en el se veía en una fotografía en blanco y negro, a Jean Paul Sartre, en uno de los puentes de París, con todo el aspecto de aguardar algo(seguramente el clic del fotógrafo. Pero a mí me hacía pensar que estaba aguardándome), y con su pipa en la mano. El título, que yo ahora recuerdo en letras rojas, “Cartas a Sartre”. He de decir que soy una auténtica devota de las casualidades anunciadas. El hecho de que un libro me persiga como aquel (porque aquel libro me perseguía. En películas, conversaciones, otros libros… el libro se me aparecía con el aspecto de la galleta de Alicia diciéndome “cómeme”, bueno, en este caso “léeme”)lo hacía, no es motivo para que yo me encaminé a una librería en dirección a él. No, siempre me digo, que si he de leerlo, el libro ya se avendrá en el momento oportuno. Como si me gustase pensar que mi vida es guiada por una especie de fatalidad (a veces pienso que se trata simplemente de una especie de indolencia. Pero luego concluyo, que en realidad a mí me divierte que las cosas sucedan así). Mi hermana Paula siempre decía que con la ropa hacía lo mismo. Pasábamos por un escaparate, veíamos una camiseta o un vestido que me gustaba y ella me decía “entremos y pruébatelo”. Y yo siempre le decía “hoy no , otro día”. A lo que ella siempre objetaba que la próxima vez quizás no estuviese. Y yo, encogiéndome de hombros, sentenciaba “si es para mí, estará”. Me pregunto si hago así con todo. Pienso que con la escritura me pasó lo mismo. Siempre pensé en lo mucho que me gustaría escribir. Tuve unos pequeños conatos, apenas podríamos denominarlos pinitos. Pero no terminé de arrancarme e ir hacia la escritura. Y un buen día, hace menos de dos años, la escritura me alcanzó.
Creo que lo único con lo que no actúo así es con los hombres. Si un hombre me gusta no dejo que ninguna fatalidad se entrometa. Pienso que algunos hombres me son imprescindibles, al menos en el momento en el que los vivo. Sería una lástimas dejarlos caer en otras manos que  no sean las propias (aquí me refiero a ese factor fatalidad del que hablo, por supuesto), así que voy al grano. No aguardo el momento oportuno. El momento oportuno soy yo (aquí temo que he de parecer un poco sobrada…)
Ese fue el día en el que me alcanzó el libro. Y ya no me demoré más en el escaparate. Con el corazón batiendo sus alas contra el pecho, entré en la librería. Iba tan entusiasmada con aquel encuentro, que ni siquiera reparé en la voz de librera. Voz de la que en las siguientes ocasiones me enamoré, y que todavía hoy resuena en mi mente con los acordes más graves de un violoncelo.  Me pregunto ahora acerca del aspecto que debí presentar ante ella. Algo parecido a un yonkie a punto de recibir su dosis de heroína. O el rubor febril que nos invade previamente al instante del sexo. Algo así, imagino….El caso es que cuando por fin tuve mi libro, salí fuera, y en medio de la acera le quité la bolsita de papel marrón en la que estaba metido (uf, cuántas de aquellas bolsitas llegué a coleccionar. Seguro que si reviso en mis bolsos de aquellos tiempos asomarían sus fauces, todas arrugadas, pues solía meter en ellas mis libros para protegerlos del berenjenal que suele ser el bolso de una mujer). Entonces tuve un extraño y extraordinario momento de conciencia física del libro. Me comí con los ojos aquella imagen, lo olí, hojeé sus páginas sólo para ver cómo sonaban. Y el mundo era un teatro oscuro, en el que en aquellos momentos un solo foco iluminaba al actor que estaba en escena. Y el que estaba en escena, en ese instante, era yo.  He de decir que en aquellos tiempos esto me pasaba mucho. Quizás porque erraba por las calles durante horas, sin querer darle un rumbo a mi existencia, así que me quedaba prendada de las cosas más tiernas y tontas (es increíble cómo la rutina de todos los día nos acaba inhibiendo para estos momentos cuasi lujuriosos).
Hoy en el blog de Nina, este momento me sobrevino, como un estremecimiento. En él leí una de las muchas cartas que contiene el libro. Me pasé toda una época leyendo aquellas cartas. Amé a Simone, y a Jean Paul, con la conciencia de que yo sería en su mundo no más que una Sorokine, o una Vedrine, o un pequeño Best (bueno es un decir, en realidad yo no sería para ellos nada de eso, en fin…). Un satélite girando alrededor de ellos dos. En mis lecturas me sorprendía cada día, la desnudez de aquellas cartas. Existía tal comunión entre ellos dos que no había nada que no pudieran decirse, nada que no pudieran hacer si les placía. Quizás por eso su relación se mantuvo siempre. Porque siempre había predominado entre ellos la apertura, y no los límites. Debe ser tan difícil encontrar con alguien una comunión literaria, política, filosófica y física, y no pretender constituirse en el mundo del otro, y el otro en tu mundo. Quizás la conciencia de esa comunión es la que les permitió amarse libremente. Y curiosamente creo que en la historia no existen muchos nombres tan enlazados. Por eso cuando visité su tumba, en París, escribí “indivisibles pero independientes”. Sus restos moran bajo la misma lápida. Comparten sus nombres el espacio de la misma placa en una placita encantadora.
Uno de los personajes de una de las historias de La Mujer Rota de Simone no para de repetir que jamás podrá amar a alguien al que no estime. Supongo que entre ellos siempre existió esa estima y admiración mutua. Por lo que no tenían razones para dejar de amarse.
Creo que en cierto modo me pasa lo mismo, necesito estimar a aquellos que quiero. Siempre he admirado la fuerza y entusiasmo de mi pareja actual ( y si algún día dejara de verlo así, creo que algo se quebraría..). Recuerdo que hace seis años , cuando apenas llevábamos un mes juntos (un mes conociéndonos), hicimos un viaje en coche por el norte de España. Pasamos la noche en un pueblo que se llamaba el Desfiladero de la Ermida (cerca de Potes). Un paraje encantador, ubicado en una franja de tierra estrecha, como un pequeño apéndice de un desfiladero, y con la cinta de un río atravesándolo. Dormimos en una preciosa posada al pie de la carretera. Durante la cena la camarera tomó mal la comanda y cuando trajo los platos, a mí me sirvió una ensalada mixta en vez de una ensalada de pasta. Cuando le comenté lo que había pasado me dijo que yo le había pedido una “ensalada mixta”, me dio la espalda y se fue hacia la barra. Como yo siempre he sido una persona tímida y bastante educada, me limité en mi estupefacción a callarme la boca. Entonces mi pareja me dijo “ahora sí que me pareciste débil”. Evidentemente me sentó como un jarro de agua fría, pero fue un toque de atención. Así como yo pongo listones, los demás también lo hacen. Creo que siempre he sido una persona fuerte(mi timidez es la que a veces me hacía huir de ciertos enfrentamientos). Pero ahora lo soy más que hace seis años. A veces pienso que la fuerza es simplemente el impulso para levantarse cuando uno se cae. Como yo soy torpe, no paro de caerme, lo que implica que he de levantarme muchas veces.
En fin, al que haya llegado hasta aquí, gracias. Seguramente no he dicho gran cosa. A veces, simplemente, me limito a expulsar las palabras. ¿Verborragia o palabrería?

CANTIGA DA NOITE

Cadro do galego Leandro Lamas





Agora penso nos teus beizos
pingando sobre a miña boca
bicos estrelecidos

Agora lembro as tuas mans
sementando agarimos febrís
na xeada da miña pel
Tecendo belicosos aturuxos
en tódalas miñas fiestras

A cada badalada do teu corpo
un arrepío salvaxe
percorre as miñas costas,
tinguidas da suor
E vai fender un sorriso
na noite acartonada

Na esmorga dos nosos sexos
un berro libidinoso
estoupa
a virxindade da lúa






CANCIÓN DE LA NOCHE


Ahora pienso en tus labios
goteando sobre mi boca
besos estrellados

Ahora recuerdo tus manos
sembrando caricias febriles
en la escarcha de mi piel
Tejiendo belicosos aturuxos
en todas mis ventanas

A cada campanada de tu cuerpo
un estremecimiento salvaje
recorre mi espalda
teñida de sudor
Y hiende una sonrisa
en la noche acartonada

En la esmorga de nuestros sexos
un grito libidinoso
explota
en la virginidad de la luna



Las siguientes palabras preferí dejarlas en su original gallego porque no encuentro una correspondencia que me convenza en español...

Aturuxo: es un grito fuerte, agudo y prolongado del folclore gallego que se emite por el público o por los intérpretes en el transcurso de una pieza musical. Es típico de las romerías y foliadas(fiestas típicas en las que las gentes se reunen para hacer música, cantar y bailar) y aumenta su uso a medida que el ambiente se caldea. Su intensidad y frecuencia son indicadores del espíritu festivo de los asistentes.


Esmorga: Parranda, fiesta



jueves, 18 de agosto de 2011

POEMIÑA

Imaxe: O galego Urbano Lugris



O único que posúo
é este peto cheíño de bicos
Nados espidos
e aleiteados nun sono
Cabalgarán na egua desta noite
hasta esmorecer no cadaleito dos teus beizos

Mais hai días
nos que es un mar tan preguiceiro
que négaste a afogarme
e cuspes cara terra
o corpo núo
da  tola suicida que eu son

Mollo os pes nas túas beiras
unha e outra vez 
Coma unha avelaíña esbarando na luz
Coma a cor que rabuña
na derradeira miragre do solpor
E  négase a liscar

Coma a escura viúva dun vivo




Lo único que poseo
es este bolsillo lleno de besos
nacidos desnudos
y amamantados en un sueño
Cabalgarán en la yegua de esta noche
hasta desfallecer en el ataud de tus labios

Pero hai días
en los que eres un mar tan perezoso
que te niegas a ahogarme
y escupes cara tierra
el cuerpo desnudo
de la loca suicida que yo soy

Mojo los pies en tus orillas
una y otra vez
como una avelaíña resbalando en la luz
Como un color que araña
en el último milagro del atardecer
Y se niega a marchar

Como la oscura viúda de un vivo



Avelaíña: Mariposa nocturna. Prefiero dejarlo así

miércoles, 17 de agosto de 2011

PODREDUMBRE

Fotografía: Bárbara Bezina




Ya todo está podrido
La telaraña del presente
saturada de moho
caduca
Aun así su soga me ahoga
hasta vomitar la bilis

Incapaz de reconocer
mi propio rastro
afilo las zarpas para herirme
escupo sobre mi cuerpo
a bocajarro

Desnudo mis nalgas
y mendigo
la patada violenta
que me expulse
de este sueño simiesco

El tuétano de mis huesos
se ha secado
El feto de mi pasado
yace en una charca
rodeado de víboras
El esperma del futuro
halla su ataúd entre mis piernas

A mi paso las flores
se esconden en su mortaja

ABISMOS

Imagen extraída de la web. Desconozco autoría





De pronto he visto abrirse 
el suelo ante mis pies
y en un instante
nos separó una distancia 
medible en años

Oscilamos
en frágil equilibrio
al borde del abismo
con su garganta de planta carnívora
amenazante entre nosotros

Finalmente pudimos sostenernos
con los corazones expandidos hacia el otro
asidos a una barandilla de recuerdos

Pero con el tiempo
ante esta lejanía
en vez de hablar
nos gritábamos
En vez de caricias
nos arrojábamos piedras

Siempre he tenido
mejor puntería 
y pronto tu cuerpo
estuvo cubierto de estigmas
que tú lavabas con una esponja
empapada en vinagre


Una a una
te arrancabas las pústulas mohosas
que caían blandamente sobre el suelo
con la indolente actitud
de las gotas de lluvia

Te erigiste en único mártir
de nuestra causa perdida
Cerrabas los ojos
para no escucharme
cada vez que yo agitaba
mi lengua sibilina
como agita el cascabel
la serpiente
en posición de ataque

Sin darme cuenta
me vestí con las ropas del verdugo
Aunque ante el espejo
en la soledad de mi alcoba
yo me probaba
la corona de espinas
y las lágrimas de sangre

E igual que Catalina Howard*
ensayaba cada noche
la posición de mi cuello
sobre el tocón del cadalso




*Catalina Howard fue la quinta esposa de Enrique VIII. Acusada de adulterio, cosa que en aquellos tiempos-tratándose de una reina-se consideraba acto de alta traición. Condenada a morir, pidió que le llevaran a su celda el tocón del cadalso. Ensayando durante la noche previa a su muerte la mejor manera de colocar su cuello sobre él. Dicen que tuvo una muerte rápida...

FORMACIONES ROCOSAS

Cuevas del Drach-Palma de Mallorca



Envíame sonatas, pergaminos,
capiteles corintios que apuntalen
esta luz de la tarde que resbala.

Blanca Sarasúa


Este poema (como tantas cosas) tiene su origen en la entrada de esta tarde deEmma Gunst . El Bonus Track de http://emmagunst.blogspot.com/2011/08/blanca-sarasua-motin-bordo.html




Yo
sólo era una cueva oscura
irrespirable
fría
Hasta que hoy
este rayo de sol
tan gallardo,
coqueto,
y colorido,
ha asomado sonriente
para columpiarse
entre mis paredes hoscas

Este rayo
es además
luminoso
respirable
caliente
Revolotea en mi interior
como un pajarillo inquieto 
en una jaula
y alegra con su canto mis barrotes

De fría cueva paso a ser
bosque concupiscente
cielo cuajado de luz
pradera bulliciosa

Lo acogería con mimo en mi seno
pero temo que en su caída  
el sol quiera llevárselo
y enmudezca

Haz de tu amor
una constelación de estalactitas
que gota a gota
filtren su suero
en el corazón de la roca
En él florecerá
un jardín de estalagmitas
que medren
hasta que ambos puedan tocarse

Una sola caricia es suficiente
para forjar una columna
en la que se quede enredado
este rayo de sol
como una hebra olvidada
de sus cabellos

Lo guardaremos amorosos
entre las páginas de un libro
y al abrirlo resonará
con el mismo timbre radiante
de esta tarde