Eres igual a ti, y desigual, lo mismo que los azules del cielo.

Juan Ramón Jiménez


lunes, 8 de agosto de 2011

UN POEMA HECHO DE SOBRAS


Imagen: Grette Stern




En días como hoy
mi cuerpo se despierta gritando
Mis manos
Mis senos
Mis cabellos
se agitan
con los pulmones hirviendo

Todos mis miembros
cada uno con una boca
abierta de par en par
en la que se puede ver
una gran amígdala inflamada
congestionada
estrangulada
en un alarido

Incluso arrojo gritos por los ojos
como si fueran fuego
que convierten en cenizas
todo objeto que miran

Grito
por este hombre
que cada día duerme a mi lado
A la hora del beso de buenos días
temo que este aullido incontenible
se le clave en la garganta
como un cuhillo
y la boca se me inunde de sangre

Quédate
dice esa voz
Quedémonos para siempre
en este cuarto
Aniquilemos el mundo viejo
que vive ahí fuera
y construyamos un mundo nuevo
que viva en nuestras pieles

Grito
por ese otro hombre
que ni un solo día
ha dormido a mi lado
Aquel que desconoce
a esta que se desnuda
mientras le piensa
A esta que frota su piel
mientras le sueña
A esta que viste con bragas blancas
el deseo oscuro de su cuerpo

Ven
dice esa voz
dejemos durante un tiempo
de ser desconocidos
Desnúdame
Frótame
Viste mi deseo oscuro
con tu cuerpo callado
y arroja lejos de mí
el pudor de estas bragas blancas

Grito
por el niño
que nunca anidará en mi vientre
grito
por las cuerdas rotas
de todas las guitarras
grito
por la vida breve de las flores
grito
por la impiedad de los días y las horas
grito
porque siempre hay un cañón apuntando
por un dios que no existe
grito
por aquellos que ya no gritarán

Qué oídos escucharán la voz
de tanto grito silencioso…

De vez en cuando escribo poemas
con los despojos de esos gritos

domingo, 7 de agosto de 2011

ME DUCHO

Mujer en el agua. Toni Frissell




Me ducho
Mientras tú duermes
el agua corre sobre mí
y forma un charco
a mis pies
donde chapotea mi deseo

Me ducho
e imagino mi cuerpo
asaltando tu cuerpo
como un océano
que se golpea
contra la pared rocosa
de un acantilado
Una y otra vez
Y ya no ha de hacer
otra cosa

Me ducho
con los senos en punta
y mi carne bien despierta
enjabonada
Friego
froto
con saña
La esponja restregando
bajo mi piel
de mujer adulta
Buscando
mi antigua piel
adolescente
y el amar gimnástico
de los dieciocho

Me ducho
Pienso en tu sexo en mi sexo
En tu boca en mi sexo
En tu sexo en mi boca
Y me preparo para ser
la intrépida
salteadora de tu inconsciencia

Pensarás que un ángel vengador
ha venido
a posarse sobre ti
todo cubierto de espuma
para cabalgar los ensueños
a horcajadas de tu cintura

Me arrancaré las alas
Vestiré mi carne de barro
Ensortijaré mi lengua
con tus vellos
y me quedaré enredada

Entonces despertarás
Y me voltearás sobre la cama
Fingiré
un teatral conato de resistencia
Patalearé
y gritaré
Hasta dejarme reducir
Tus manos cerradas
sobre mis muñecas
Tu sexo encadenándose
a mi sexo
oxidándose
hasta el último resuello
Tus dientes clavándose en mi hombro

Y tras arrancarte
mi sexo florece
con una flor de sangre
de la que te llevas
unos pétalos pegados

De camino a la ducha
un hilo rojo comienza
a volverse mar entre mis piernas
aquellas que apenas me sostienen

Se le acaba de caer encima
el cielo a la cariátide

Me ducho....

viernes, 5 de agosto de 2011

TAN SOLO TENGO

Imagen: Nanoo-G





Tan solo tengo
palabras enmohecidas
escarchadas
estrábicas
escuálidas
arrítmicas
indolentes

Palabras que visten harapos
sobre sus miembros anoréxicos
Palabras útiles para componer
una serie infinita
de poemas esqueléticos
descarnados
Un ejército de fantasmas imberbes
Un racimo de rosas muertas
con el cuerpecillo de un ruiseñor
colgando de cada espina

De vez en cuando
una palabra beligerante
concupiscente
pero con el alma de un logaritmo
y el ala rota

Cuando abren la boca
lo único que veo
son sus dientes cariados
Infectados sus besos
por el herpes labial

Me rasco las palabras
como si fueran varicela
como un perro la sarna

Me pregunto a dónde han ido a parar
las palabras de los días feriados
Las que llevan puntillas
encajes
vestidos de blanco satén
Aquellas famosas por su vanidad
y sus andares
sobre imposibles tacones lujuriosos
Las palabras que bambolean
sus caderas
y esas nalgas tan firmes
y victoriosas

Palabras tan dulces
que quizás terminaron
devoradas por hormigas

Y ya sólo me quedan
palabras con el vientre caído
y los senos descosidos
Palabras alopécicas
Palabras muertas de hambre


Eso sí
de vez en cuando encuentro en mi bolsillo
un nombre propio
Un nombre forjado en la luz de una estrella
TU NOMBRE










jueves, 4 de agosto de 2011

SABOR A LIMÓN

Hylas y las ninfas de Waterhouse






Decían de ella que dejaba un rastro a limones en la boca






Existió una vez una ninfa cuya piel estaba hecha con jugo de limón. Al caminar se desprendía de su cuerpo una fragancia ligeramente ácida, muy grata al olfato. Allí, a donde ella llegaba, parecía arribar la primavera, el sol, el canto alegre de los pájaros. A los trasgos les gustaba formar corros a su alrededor, abrazarse a su cintura, y aspirar su embriagante olor. Por lo que casi nunca estaba sola.

Sin embargo la ninfa cuya piel estaba hecha con jugo de limón, se sentía triste. Pues si su olor parecía despertar el apetito de todas las narices, su sabor no era apto para todos los paladares. A la ninfa, quien respondía al nombre de Citria, le placía especialmente la compañía de los humanos y su mayor gozo lo experimentaba en las  horas en las que podía retozar con alguno de ellos dedicada al juego carnal. Al principio todo parecía transcurrir normalmente. La habitual melé de caricias, suspiros, desgarrones…Cuando el humano probaba su piel, ella podía percibir como el cuerpo masculino era sacudido por un imperioso estremecimiento. Entonces la buceaba con su boca, buscando los recovecos donde se concentraba la mayor cantidad de su jugo, tan cítrico. Y aspiraba, bebía, absorbía, hasta que ella se sentía vacía y seca como una hoja, y se imaginaba que en su cuerpo por fin se había instalado el otoño, y su piel se le figuraba entonces de un color parduzco, y aguardaba sin más a que se la llevara el viento, lejos, muy lejos…. En ese momento por fin el humano parecía saciado. Permanecían durante un tiempo acostados el uno junto al otro, enlazados, los cuerpos radiantes al sol, resplandecientes bajo aquella pátina de limón que adornaba sus pieles al mezclarse. Sin embargo pronto ella, al mirarle, se percataba de que un extraño matiz iba mutando su rostro. La sonrisa se le descosía de la boca. Su frente se plegaba en pequeñas arrugas de preocupación. Los ojos parecían desvestirse de todo rastro de luz. Entonces ella sabía que la amargura había llegado. Desde aquel día el hombre se volvía taciturno y triste. Pasaba por la vida cabizbajo, y errabundo. Incapaz de borrar aquel rastro a limones que le había dejado en la boca. La amargura era el precio que los hombres pagaban por saborear su piel.

Las demás ninfas le repetían entre risas que pasara por alto este detalle, y continuase retozando con hombres si tanto le placía-cosa que le pasaba a casi la totalidad de las de su especie, puesto que en aquella época, en la que el mundo todavía era joven, eran famosas por su concupiscencia y lubricidad-. Sin embargo Citria no soportaba ver cómo todos aquellos con los que había compartido gemidos y risas, piel y fluidos, arqueo y cadencia, se volvían seres grises, sin rastro de color ni de alegría. Por lo que poco a poco dejó de seducir a los humanos con su perfume, y rehuyó su compañía. Resultando que entonces fue ella la que comenzó a volverse taciturna y triste. Hasta los trasgos dejaron de seguirla a todas partes, y ya no formaban corros saltimbanquis a su alrededor. Pues pensaban que aquel delicioso olor a limón ya no compensaba tanta tristeza.

En un lugar muy lejano, existió un hombre cuya saliva estaba hecha de azúcar. Sus palabras eran siempre dulces y almibaradas. Tanto era así que las gentes le llamaban “El Poeta”, y decían de él que con sus poemas sería capaz de conquistar a la irreductible luna. El Poeta era apasionado y entusiasta, pero la misma gente decía de él que era demasiado inconstante en sus pasiones. Tenía la costumbre de construir altares de versos que parecían derretirse en la boca de aquel que los escuchaba,  para elevar en ellos a la mujer de su elección. Su Diosa de la Noche, o su Diosa de la Mañana, según las circunstancias. Lo que la gente ignoraba es que el dulzor de su saliva le impedía saborear cualquier manjar, cualquier caldo de uva, la piel de toda mujer. De ahí procedía la inconstancia de sus pasiones, pues nada era capaz de despertar a su paladar de su sueño de azúcar.

Pero un día El Poeta, escuchó hablar de Citria, la ninfa cuya piel estaba hecha con jugo de limón. Y decidió recorrer la gran distancia que les separaba-pues El Poeta procedía de un lugar más al este de Samarcanda, y la ninfa vivía en los bosques de la Europa más occidental-, para ir al encuentro de ésta. Tras viajar durante meses por las vastas zonas desérticas, y traspasar fronteras de países de los que la mayoría de sus antepasados ni había escuchado hablar, por fin El Poeta llegó al bosque en el que vivía Citria. Una vez allí hallarla fue mucho más sencillo de lo que nunca hubiese imaginado. Los trasgos-conocedores de su llegada por los susurros del viento, quien, como todo el mundo sabe, es impaciente, y no había querido evitar callarse los pormenores de aquella visita-no dudaron en guiarlo hasta la ninfa, pensando que quizás un hombre de características tan peculiares, y que había venido desde tan lejos, pudiera devolverle su alegría habitual. Citria en eses momentos se encontraba disfrutando de un placentero baño. El Poeta se estuvo largo rato observándola, mientras ella, de espaldas a él, derramaba sobre su cuerpo el agua que le sustraía al río por medio de una gran concha marina, con la que hacía mucho tiempo la habían obsequiado sus amigos los trasgos. Pronto las palabras de azúcar se amontonaron en la garganta del Poeta, quien no tuvo más remedio que dejarlas salir, llenando el aire con aquella dulce fragancia. Citria se volvió despacio, orientando hacia él su torso desnudo. Hacía tanto tiempo que no hallaba a hombre alguno en las cercanías, que todas las reconvenciones de los últimos años se vinieron abajo. Por lo que con paso firme comenzó a desprenderse de las aguas, como si fueran tan sólo una vestidura sobre su desnudez. Él la vio aproximarse, con aquellos cabellos rubios, largos y lacios, que se desplazaban armónicos a su cuerpo, como si simplemente se tratasen de una melodía, o un compás.  Vio sus brazos deslizándose a través de la luz. Sus senos llenos, rebosantes. Su cintura como un amanecer. Y percibió aquella fragancia a limones, que desde su nariz parecieron invadirle la boca, la garganta, y todo el cuerpo. Cuando ella estuvo cerca sólo dijo:

-Por fin viniste

El viento tampoco había querido evitar decirle a Citria que no estuviera triste. Pues pronto habría de llegar el consuelo a su desdicha.

Y esta vez, tal y como había sospechado, El Poeta pudo conocer el sabor de una mujer. La piel de Citria restallaba alegre en su boca, inundando su paladar de azúcar. El dulce y el cítrico se conjugaban en deliciosos ósculos.  El bosque olía a éxtasis y a gloria. Se amaron con avidez, como auténticos posesos. El cielo se estremecía con el atronar de sus jadeos, con el retozar de sus gemidos. Él se alimentó de aquel jugo de limón sin escatimar ni una sola gota. El azúcar de su saliva se solidificaba sobre el cuerpo de ella, como pequeñas y finas escamas que cubrían su piel. Estalactitas de limón y de azúcar. Nadie podría decir cuanto tiempo pasó, porque en un bosque como aquel nadie llevaba la cuenta del paso del tiempo. Claro que los árboles se desvistieron varias veces de sus hojas. E infinidad de nuevas mariposas abandonaron sus crisálidas, tantas como para oscurecer la bóveda celeste con sus alas. Gozaron tanto, lamieron tanto, bebieron tanto el uno del otro, que de pronto un día, tras un beso, se percataron de que ella se había llevado la última gota de azúcar de su saliva. Y él había sustraído la última gota de jugo de limón de su piel. Citria, en ese preciso instante, supo que se había convertido en mortal.

Sólo entonces descansaron, con sus cuerpos tendidos al sol. Y arribó la noche….

Nadie sabría decir que es lo que ocurrió después, pues es un secreto que la oscuridad se llevó en sus entrañas. Pero al día siguiente Citria y El Poeta habían desaparecido. El único rastro era un misterioso charco que ocupaba el lugar donde sus cuerpos se habían tendido. Los trasgos, embargados de tristeza por la desaparición de la ninfa y aquel humano de palabras de azúcar, se aproximaron en silencio. Permanecieron durante un tiempo sin saber que hacer, hasta que uno  se envalentonó y aproximó un dedo al charco. Estuvo durante un tiempo examinando y aspirando el olor de aquel jugo, y viendo que era éste grato a su nariz, lo llevó a la boca. Enseguida se embriagó con aquel sabor, que era como de limones y azúcar comulgados, y animó a sus compañeros para que probaran. Al instante toda la tristeza y la melancolía desaparecieron de sus rostros. Y celebraron una gran fiesta.

Al pasar los meses, una vez que el charco hubo desaparecido, floreció un arbusto en aquel preciso lugar. Con el tiempo, de los frutos de aquel arbusto, los dioses del Olimpo, extraerían aquel néctar con el que tanto se deleitaban…



miércoles, 3 de agosto de 2011

LAS ENTRAÑAS DE UN FLORERO

Imagen: Daria Endresen*



Para Aka y no porque sea el hombre del que habla el poema, sino porque una de sus entradas le dio la forma definitiva(y este título tan curioso) Tal y como se indica en uno de los comentarios



Viniste
me agarraste las entrañas
Se agitan en la palma de tu mano

Nada soy sin ese amasijo de vísceras
que tú sostienes
victorioso
cara el sol
cual hecatombe festejada

Por tu muñeca
veo deslizarse mi sangre
lentamente
Los cuajos
Volutas de mi ser
desfigurado
Sólo una droga
que tú inhalas
para el propio goce

No participo
Sólo espero
con mis carnes abiertas
de par en par
Como aquel que espera
a la muerte bendecida
desparramado
sobre el campo de batalla
¿Quién registrará mis despojos
en busca de las monedas de oro?
Aquellas que deberían garantizarme
el plácido trasbordo al inframundo
el soborno del barquero

Yo era una mujer hecha de entrañas
hasta que tú llegaste
orgulloso
y altivo
como un cisne negro

Y esnifaste mi piel
Y vestiste mis cueros
Me arrancaste los cabellos
bellos
como la crin de los caballos
Ahora los veo flotando al aire
reducidos a un ornamento de tu túnica
Imprimiste una medalla con mi clítoris
Tu estandarte forjaste con mis senos
Te embriagas en mi flujo
todavía humeante
que escancias en el vientre
de una cantimplora

Mientras te alejas
te digo
“sólo un hombre vacío,
hueco,
inhóspito,
se lleva como trofeo
las entrañas de su mujer”

Pero enseguida callo
y me siento
y te veo ir

Ahora sólo tengo
las entrañas de un florero



*Sus imágenes me rompen. Son auténticos poemas visuales. A veces me gustaría experimentar ese dolor que veo en ellas para poder escribir unos versos que se acerquen a esa contundencia, a ese desgarro.....

martes, 2 de agosto de 2011

MASCARADA

Noite ritual: Urbano Lugris




Ven
Sacudiré de tu disfraz
el polvo del camino
y los fantasmas de la medianoche

Ven
Mira
Siente
este océano
todo tiznado de lluvia
En días como hoy
no puedo evitar preguntarme
dónde es que termina el cielo
dónde es que comienza el mar

Ven
Dancemos
Has de introducir
las manos en mi hollín
y pintar tu jeroglífico
sobre mis mejillas
Así daremos inicio
a esta mascarada de amarse

Pasos de baile
hasta el amanecer
en el salón en el que se desdibujan
las líneas de los cuerpos

El rímel cose mis párpados
A una orden mía
los rasgas con un puñal
para que pueda mirarte
Eres un socavón de luz en esta oscuridad
Un trazo de color en un lienzo muerto

Los jadeos desvirgan la noche
Una jauría de lobos
elevándose hasta la luna
Enséñame los nombres
de las constelaciones
O casi mejor
invéntatelos!!

Sólo te dejaré ir
cuando hayas salpicado
mi piel
con las estrellas
que llueven de tu sexo


Ven
Mira
Siente
el océano de mi cuerpo
todo tiznado de lluvia
En noches como estas
no puedes evitar preguntarte
dónde es que termina tu cielo
dónde es que comienza mi mar…

Te déjare ir
para que vuelvas
esta vez
como único disfraz
el polvo del camino






lunes, 1 de agosto de 2011

PASADO-PRESENTE-FUTURO


Joven mujer escribiendo (Pompeya)






I
Quisiera construir un poema
tan delicado
como el oblicuo parpadeo
sobre el verdor irisado
de aquellos ojos que amé
cuando era joven

II
Quisiera bordar versos
sobre el telar de la tarde
con la espuma
que cae de nuestros sexos
Y poner a navegar en su corriente
dos barquitos de papel
como dos cuerpos
que juntos
se dejan ir a la deriva

III
Quisiera esculpir sinalefas
tan redondas
como  la curvatura de esa boca
que jamás he de besar
Estrofas tan abruptas
como mordiscos
concretándose en la nada de sus labios

Y fabricar con ellas un cuerpo de palabras
tan compacto
que derribe los muros
que de él me separan
Y se deslice bajo sus sábanas
mientras él duerme

Cuerpo de palabras
que regresará a mí
con la lección de su tacto aprendida,
con la cartografía de sus países trazada
con la fragancia de su piel adherida

Y por fin dejaré de sentir
que de entre los tres
es el único forjado en hipótesis
Tan solo un hombre inventado

IV
El primer poema tendrá el cuerpo delicado de la nostalgia
El segundo poema tendrá el cuerpo rotundo del amor
Pero  para el tercero solo tengo un aullido de loba en la noche

Y eso no es un cuerpo
Apenas alcanza para un verso….