Un cuerpo es siempre un puente,
después uno decide si tenderlo sobre un mar
o el abismo,
si sembrar sus márgenes con flores
o el cadáver de un gato con su mantita de moscas.
A menudo nadie cruza y el cuerpo yace
mutilado de si mismo,
hasta que retorne de su existencia abisal
emergiendo sin preaviso desde su sueño de arena.
Desvelo del espíritu,
aunque lo tilden de simple alforja para el hambre,
o se lo contemple como a lona que oculta el cielo y obstaculiza
las estrellas.
Yo sé que al extremo de tu cuerpo se ubica un bosque de
silencio,
un tramo de desafío a la muerte,
la oscuridad incorruptible.
Es inminente
como jamás lo será dios,
y lo mismo que el fuego
su realidad, incontestable.